lunes, 29 de junio de 2015

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·     ▼  2014 (23) 

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·     ▼  2015 (25)
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lunes, 22 de junio de 2015

¿A dónde están los hombres y mujeres .....?

Con esta reflexión quiero dar por terminada mi tarea de comentar los capítulos que el Padre Boll incluye en la primera parte de su libro “… vor allem mein Herz – Joseph Kentenich – Pädagoge und Gründer” (publicado en versión alemana en la editorial Patris Verlag de Vallendar-Schoenstatt). Desde julio de 2014 he venido publicando mis reflexiones sobre el ser y la misión del fundador de Schoenstatt, Padre José Kentenich, siguiendo el índice del libro mencionado. Agradezco a todos los lectores su fidelidad y su interés por los temas tratados.

La semana que viene anotaré el índice del BLOG. Hoy quiero concluir con una pequeña historia sobre el último encuentro del Padre Boll con el Padre Kentenich en agosto de 1968, tres semanas antes de la muerte del Fundador. El Padre Boll lo cuenta en las últimas páginas de su libro, y también nos lo contó personalmente a mi esposa y a mí, siendo él Asistente Espiritual y nosotros Superiores Generales del Instituto de Familias de Schoenstatt. Tengo que confesar que este encuentro y lo que allí se habló me ha ocupado y preocupado a menudo en los últimos años. También yo me hago la pregunta que el Padre Fundador se hizo, y a menudo me embargan después la duda y el silencio. Solo me queda que rezar aquello de “¡En tu poder y en tu bondad, Madre Admirable, fundo mi vida!”

Lo recuerdo bien. El Padre Boll lo cuenta con todo detalle, son las últimas palabras de un padre a uno de sus hijos, antes de morir ……. El Fundador residía durante esos días (agosto 1968) en la casa “Marienau” de la comunidad de los sacerdotes diocesanos de Schoenstatt; estaba con una fuerte gripe que le tuvo un par de días en cama. Ya mejorado había invitado al Padre Boll para que viniera a verlo durante las horas de la tarde de aquel día. Cuando llegó a la casa, el Padre Kentenich estaba tomando café con otras tres personas, una de ellas el Prelado Schmitz. El Padre lo invitó a sentarse con ellos. Poco tiempo después el Fundador se despidió de los allí presentes y pidió al Padre Boll lo acompañara a su habitación. 

Después de salir del ascensor y ya en el pasillo que conducía a las habitaciones, el Padre Boll notó que la voz del Fundador cambiaba, estaba serio y se le veía preocupado. Entonces tomó la palabra y le dijo al Padre Boll lo siguiente: “He tenido tiempo en estos días pasados de pensar en muchas cosas. También he estado reflexionando sobre el futuro de Schoenstatt cuando yo falte. ¿Qué pasará entonces? ¿Disponemos de los hombres y mujeres que sean capaces de seguir conduciendo toda la obra con sus inmensas y múltiples metas? Visto desde el punto de vista humano no disponemos de esas personas ……… Si no pudiéramos confiar en la Santísima Virgen y en su poder, deberíamos ya desde ahora dejarlo.”

Nos contaba el Padre Boll que el rostro del Fundador estaba muy serio y su voz resonaba de forma especial. La pregunta del Padre Fundador le conmovió y le movió una y otra vez a lo largo de su vida.

La situación de la Iglesia y las corrientes espirituales de nuestro tiempo movieron siempre al Padre Kentenich durante toda su vida. Él deseaba que los suyos le siguieran. Las preguntas de entonces, y las de hoy serían: ¿Cuál es el papel de Schoenstatt en la Iglesia, no en lo político sino en lo espiritual? ¿Qué podemos entregar a la Iglesia? ¿Tenemos contacto con las otras corrientes vivas de la Iglesia? ¿Cuál es la posición de Schoenstatt en la vida del espíritu en nuestros días? 
El Padre Boll confiesa que en muchas ocasiones tuvo la impresión de que nos faltaba amplitud de miras y apertura para todo aquello que pasa en la Iglesia.Invito a mis ‘pacientes’ lectores (los que hayan tenido la paciencia de llegar hasta aquí) se hagan también estas preguntas. Yo me las he hecho.    

lunes, 15 de junio de 2015

La mentalidad orgánica: don y misión de María


El Padre Boll en las páginas que siguen a la introducción sobre la mentalidad y visión orgánica del Padre Kentenich se esfuerza en describir la metodología del proceso mental y de conocimiento que puso en práctica el Fundador de Schoenstatt durante su vida. Para ello explica ampliamente el significado de los cuatro pasos que se dan en esta forma de pensar: observar, comparar, sintetizar y aplicar. He reflexionado sobre lo que escribe y he llegado a la conclusión que esta explicación sobrepasa el esquema de un BLOG como este. Los lectores que estén interesados en esta materia, están invitados a buscar las fuentes apropiadas para ello (ver literatura de autores schoenstattianos).

Como aporte final a las reflexiones traídas a este medio sobre la figura del Fundador de Schoenstatt, quiero transcribir aquí un texto de un pionero de Schoenstatt, hermano de comunidad y amigo del Padre Boll sobre la mentalidad orgánica del Padre Kentenich. Se trata de un capítulo del libro “La propuesta evangelizadora de Schoenstatt” del Padre Hernán Alessandri de Chile. Allí se puede leer lo siguiente:

“El ardor –unido a esa paz siempre alegre– con que el padre Kentenich luchó por la mentalidad orgánica, no fue el de un hombre que sólo lucha por principio, o por convicciones muy personales y profundas. Fue el ardor de un enamorado. Y en este caso, de María. Ella sería, en efecto, quien le regalaría su mentalidad orgánica, después de una larga y dolorosa lucha personal. Ella le daría un corazón filial, que sería capaz de recorrer la historia como Cristo, siempre de la mano del Padre. Y Ella le enseñó también a mirar la propia vida, guardando –al estilo de Ella– cada acontecimiento "en su corazón" (ver Lc 2,19; 3,48-51): hasta que se le volvía clara la voluntad del Padre.

Pero, sobre todo, él estaba convencido que era de Ella la misión de superar el bacilo mecanicista: porque María era la Inmaculada, la única persona humana cuya armonía interior –en su pensar, amar y actuar– jamás fue herida por el pecado, fuerza suprema de rebelión y separación. Así lo dispuso Dios, porque Ella iba a ser el santuario vivo en cuyo seno se obraría el milagro de la fusión esponsal del Creador con el mundo de lo creado: al tomar Dios-Hijo, como propia, la carne que María le ofreció. María fue el lugar de las nupcias de lo divino con lo humano, de lo sobrenatural con lo natural, de la Causa Primera con todo el mundo creado de las causas segundas. Por lo mismo, Ella había hecho –de un modo inédito hasta entonces– la experiencia de que el amor a Dios y el amor al hombre son inseparables: pues su modo más íntimo de amar a Dios, consistió en entregarle su corazón –sin reservas– a ese Hijo, plasmado de su carne humana que era verdadero hombre y, al mismo tiempo, verdadero Dios. 
Por eso, Ella sería quien implorara en el Cenáculo, en Pentecostés, el Espíritu de Jesús. Hecha "una sola alma" con los apóstoles -los "seguidores" humanos de su Hijo (ver Hch 1,12-14)-, los enviara a cumplir una misión como la que ahora -otra vez- esta exigiendo la "nueva evangelización de las culturas del tercer milenio. Ellos deberían enfrentar el gran desafío de vencer el bacilo mecanicista que corroe las culturas de nuestro siglo.

El Espíritu Santo es el único que puede ayudar a ello. Pues fue su fuerza la que unió lo humano y lo divino en el seno de María. Y, con esa misma fuerza, quiere Él volver a unir hoy –al interior del hombre moderno– la visión científica y la visión de fe de la realidad; la capacidad de desplegar todas las potencialidades nobles del amor humano, apoyadas y dinamizadas por el amor a Dios; y el logro de una creatividad histórica excepcional: porque será fruto de un fiel y filial actuar en alianza con el Padre providente, como fue siempre el estilo de Jesús y el de María.

Hasta el final de su vida, el padre Kentenich se sorprendió de que su voz fuese la única que –solitariamente– denunciaba la mentalidad mecanicista como la raíz última de todas las tendencias de pecado que –de modo tan profundo– afectan a la cultura moderna en todas sus dimensiones (del conocer, el amar y el actuar). Se trata de una denuncia mucho más amplia y grave que la de las "estructuras sociales de pecado", de las que tanto se ha hablado en las últimas décadas. Pues, aparte de que éstas ya son un efecto suyo, la cultura abarca todos los ámbitos de la vida de los pueblos, lo que incluye muchos tipos de manifestaciones vitales diferentes de ella. Son pocas las corrientes de pensamiento moderno (como lo "ecologista", por ejemplo) que, en ámbitos aún muy delimitados, comienzan –recién ahora– a detectar las catástrofes que la carencia de una visión orgánica (o de conjunto) puede causar. Solamente el padre Kentenich –en cuanto profeta de María– ha precisado la amplitud y hondura de este mal, su génesis histórica y, sobre todo, sus remedios pedagógicos: para el hombre, la Iglesia, la sociedad y la cultura de hoy y de los siglos que vendrán.”


lunes, 8 de junio de 2015

Una visión "orgánica" del mundo

Estamos llegando al final de nuestras reflexiones sobre lo que el Padre Boll escribe en su libro " ...vor allem mein Herz / Pater Kentenich - Pädagoge und Gründer" referido al Padre Kentenich, su desarrollo y personalidad, así como su misión como Fundador. Para completar esta parte nos queda reflexionar sobre un aspecto importante del Fundador de Schoenstatt y de su obra para la Iglesia. Se trata de la forma original de pensar y del método de conocimiento que la misma trae consigo.

El Padre Kentenich mismo la denominó con toda sencillez y seguridad una forma de "pensar orgánica". La característica principal de este método es la de un pensar global. Todas las realidades y procesos vitales quieren ser vistos como unidad y permanecer como tal en la visión del que lo observa.

En contraposición con esta forma de pensar encontramos aquella otra que tiene como principal característica la de separar analíticamente las partes del todo y observarlas en abstracto. Se le llama a este tipo de pensamiento un "pensar mecanicista", un pensar meramente analítico y fragmentario. Este pensar mecanicista es el que hoy día impera y el que está en la raíz de todas las enfermedades de los tiempos actuales, según la opinión del Padre Kentenich y la de otros observadores y pensadores de este siglo y del pasado.

El Padre Kentenich destaca tres ámbitos vitales que están especialmente en peligro y para cuya sanación se hace imprescindible la forma de pensar orgánica: la naturaleza y lo sobrenatural, idea y vida y, tercero, todos los procesos de vida en su amplia complejidad. En una de sus conferencias el Fundador denomina al pensar mecanicista como "la bomba atómica en el ámbito espiritual", aquel que separa "la idea de la vida, la causa primera de las causas segundas y los procesos de vida, cualquiera que ellos sean".

En su labor pedagógica ve la necesidad de esforzarse por un pensar global, centrado y simbólico. Con esta doctrina del organismo llegaremos a poder cultivar para el bien de todos un sano cultivo de las vinculaciones personales y de las vinculaciones entre lo natural y lo sobrenatural.
    
En las próximas reflexiones intentaremos aproximarnos a esta forma de pensar orgánica que quiere llevarnos a una forma de amar y de vivir orgánicas. A un mundo de sanas vinculaciones en lo natural y en lo sobrenatural.




lunes, 1 de junio de 2015

La paternidad espiritual del Fundador

En la vida del Movimiento de Schoenstatt han surgido corrientes de vida concretas y destacadas que todos conocemos: la alianza de amor con María y una activa fe práctica en la Divina Providencia. Junto a éstas dos se ha desarrollado también a partir del carisma de la persona del Fundador y de las experiencias que los miembros de la Familia tuvieron con él una fuerte "corriente del padre".

El Padre Kentenich, convencido de la importancia que tiene el padre para el desarrollo espiritual y religioso de la persona, se puso a disposición de los primeros jóvenes congregantes con su personalidad y su servicio desinteresado a la vida como un amoroso y cercano acompañante paternal. Y ellos lo experimentaron como un verdadero padre. Fue su estilo paterno sacerdotal, atento y conocedor del nombre de cada uno, acogedor, impulsando y exigiendo a la vez, lo que hizo que muchos hombres y mujeres se sintieran también seguros bajo su paternidad y cuidado en las décadas posteriores. Todos los miembros y grupos hicieron la misma experiencia: el Fundador era el centro vital de la así llamada “Familia de Schoenstatt”. El padre con la gracia de su carisma pudo ser y fue para muchos un transparente vivo del Padre Dios. 
El Padre Boll escribe en estas páginas su propio testimonio: “Siempre de nuevo experimenté el regalo de poder tener la experiencia de la cercanía y del amor de Dios a través de este gran sacerdote movido por el Espíritu Santo que fue el Padre Kentenich”. La experiencia del fundador como personalidad paternal anclada en Dios y abierta a los hombres que le rodeaban ha propiciado que se haya desarrollado una fuerte corriente patrocéntrica en el Movimiento de Schoenstatt.    

Valga como fundamento teológico para aquellos que acceden por primera vez a esta realidad las siguientes palabras de la Constitución Lumen Gentium sobre la Iglesia: “En la vida de aquellos que, siendo hombres como nosotros, se transforman con mayor perfección en imagen de Cristo (cf. 2 Co 3,18), Dios manifiesta al vivo ante los hombres su presencia y su rostro. En ellos El mismo nos habla y nos ofrece un signo de su reino, hacia el cual somos atraídos poderosamente con tan gran nube de testigos que nos envuelve (cf. Hb 12, 1) y con tan gran testimonio de la verdad del Evangelio. (LG, 50)” Desde esta perspectiva se entiende que para los miembros de la Familia de Schoenstatt su Fundador, el Padre José Kentenich, fuera y siga siendo un “transparente del Padre Dios”.

Ante la pregunta que nos hacemos y se hacen muchos sobre la postura en esta materia de las nuevas generaciones, de aquellas que no conocieron personalmente al Padre Fundador, recuerdo las palabras que nos dirigió el Papa Juan Pablo II el día 20 de septiembre de 1985 en la audiencia que concedió a la Familia de Schoenstatt con ocasión de la celebración del primer centenario del nacimiento del Padre Kentenich: “La experiencia secular de la Iglesia nos enseña que la íntima adhesión espiritual a la persona del fundador y la fidelidad a su misión – una fidelidad que está siempre de nuevo atenta a los signos de los tiempos - son fuente de vida abundante para la propia fundación y para todo el Pueblo de Dios… Vosotros habéis sido llamados a ser partícipes de la gracia que recibió vuestro fundador y a ponerla a disposición de toda la Iglesia.”


(Reflexión personal: Cada día me pregunto si verdaderamente los miembros más ‘jóvenes’ de las comunidades de Schoenstatt somos conscientes y consecuentes con la tarea de llevar la misión del Padre Fundador a la Iglesia con esa fidelidad creadora “atenta a los signos de los tiempos” que nos pidió el Papa Juan Pablo II y que las primeras generaciones vivieron con tanta generosidad …………… ¡Invito a mis lectores a escribir, si lo desean, sus opiniones al respecto!)