lunes, 29 de diciembre de 2014

María, colaboradora permanente de Cristo

Cruz de la Unidad
Si en las dos últimas semanas comentamos uno de los pilares fundamentales de la imagen dogmática que el Fundador de Schoenstatt tenía sobre la Santísima Virgen – la Inmaculada -, hoy nos plantea el Padre Boll en su libro un segundo aspecto importante de esa imagen. Se trata de aquello que animó al Padre Kentenich a resumir y condensar en una última raíz todas las características y bondades que se le atribuyen y adornan a María en la tradición y en el sentir del pueblo cristiano.

El Padre Boll recuerda que en las primeras décadas del siglo pasado surgió una corriente teológica en Alemania que tenía como meta descubrir en la mariología lo que se llamó el “principio fundamental”.  El Padre Kentenich se mueve también en esta corriente de pensamiento, pero a su manera. Mientras que los demás teólogos buscaban una construcción lógica de la que se pudieran derivar los diferentes aspectos y facetas de la Santísima Virgen, para el Padre Kentenich con su mentalidad “orgánica” se trataba de algo mucho más vital. Para él María, con la plenitud de gracias recibida de Dios, no se encuentra sola, el sentido de su existencia es Cristo. La biunidad entre Cristo y María.

Esa unidad entre Cristo y María la resumía teológicamente el Padre Kentenich en la conocida frase: María es la “Compañera y colaboradora permanente de Cristo en toda la obra redentora”. La palabra “compañera” significa que Ella estaba y está unida profunda e íntimamente con Cristo mediante una alianza de amor especialísima y original.  “Colaboradora” significa: aunque la Santísima Virgen es sólo una persona humana, sin embargo fue elegida por Dios de forma especial para ayudar al Redentor en forma decisiva desde su condición y característica de madre y mujer. Es en esta perspectiva cómo se puede captar mejor la imagen teológica global del Fundador de Schoenstatt sobre María, para el cual la Madre de Jesús estaba siempre presente en todo.

"Cruz de la unidad" regalada al Santo Padre por un grupo
argentino de "Madrugadores" de Schoenstatt
Consecuentemente María se presenta ante nosotros con la plenitud de gracias recibida no como persona individual: Ella fue creada en razón a Cristo, para servirle a Él y a su obra, el sentido de su existencia es Cristo mismo. Ella es la mujer configurada por Cristo y configuradora de Cristo. En el centro está Cristo, y todo se refiere a Él
y de Él proviene todo. A su lado estuvo desde el principio y está siempre María, su Madre, nuestra Madre en la fe.

Su presencia permanente al lado de Cristo culmina en el calvario, en el momento crucial y definitivo de la obra redentora de su Hijo. “Stabat Mater”,  junto a Juan, el discípulo amado, estaba Ella plenamente unida a su Hijo. En la hora más significativa del dolor redentor de Cristo, éste pronunció aquella palabra crucial que resume la vocación última de María en la obra redentora del Hijo: “¡Eh ahí a tu Madre!” Madre de Juan y madre y educadora nuestra para siempre.

Imagen de un Santuario hogar de Schoenstatt
A finales de los años cincuenta del siglo pasado, todavía en vida del Padre Fundador, surgió entre los sacerdotes chilenos pertenecientes al Movimiento de Schoenstatt la idea de plasmar en una imagen esta biunidad de Cristo y María. De allí recibimos la “Cruz de la unidad” que encierra en sí todo el sentir mariológico del Padre Kentenich, y que ha llegado a ser con los años una expresión especial de la espiritualidad mariana del Movimiento de Schoenstatt en todo el mundo.

lunes, 22 de diciembre de 2014

Un estilo de vida "mariano" (¿?)

Al leer lo escrito por el Padre Boll respecto a las consecuencias pedagógicas del dogma de la Inmaculada me han venido a la mente algunas imágenes de las calles y plazas de nuestras ciudades modernas y la forma de vestir de muchas personas de nuestro tiempo. Contemplo los pantalones vaqueros superpitillo con roturas y/o con desgastado de New Look o aquellos otros bien ajustados al cuerpo de la mujer que lucen muchas de nuestras jóvenes y otras no tan jóvenes. Algún gurú de este sector comercial ha dicho que “la moda es la manada” pero que lo interesante es hacer lo que a uno le de la gana, sin olvidar también que “la moda reivindica el derecho individual de valorizar lo efímero”.

Hablar y escribir en este ambiente sobre un “estilo de vida mariano” me parece bastante atrevido. La pregunta que me hago es: ¿habrá alguien que lo entienda?, o incluso ¿y este tema a quién le puede interesar? Aun en el supuesto de provocar en los lectores alguna reacción inesperada, quiero, de la mano y pluma del Padre Boll, referirme a un tema importante para el Fundador de Schoenstatt, Padre Kentenich: la imagen del hombre redimido.

El Padre Kentenich estaba convencido de que la imagen de la Inmaculada nos fue dada para salvar la dignidad del hombre. Él se preguntaba: “¿No es llamativo que la idea del hombre colectivista haya aparecido en la literatura simultáneamente a la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción?”  En su anhelo pedagógico enseñaba que los dogmas no son decisiones vacías de contenido.  “Son puntos de apoyo que nos brindan firmeza y seguridad en la vida, tanto para su trasmisión como para su desarrollo”. Por el dogma de la Inmaculada llegamos a tener más luz respecto a la imagen del hombre plenamente redimido y también se nos mostró la dirección y la meta para todas las luchas y aspiraciones humanas.

En este sentido comprenderemos mejor que para el Padre Kentenich toda delicadeza y magnanimidad, toda actuación franca, leal y llena de espíritu, y todo lo auténtico y noble en el ser humano, tiene, y mucho, que ver con María. De ahí que surgiera entre los hijos e hijas del Fundador el adjetivo “mariano” para clarificar todo lo referido a la forma de estar y de comportarse, la forma de vestir y de comer y de todas las demás actividades diarias propias de la persona humana. Todo ello es consecuencia de que los que aspiran a ese estilo se han tomado en serio la realidad de la Inmaculada. Es algo que no se encuentra en los libros de mariología, y que incluso para el Padre Boll fue al inicio de sus relaciones con el Fundador algo difícil de comprender.

Él reconoce que al estar y convivir con el Padre Kentenich tuvo la oportunidad de captar lo que al inicio era difícil de entender, lo que en verdad era y es una persona “mariana”. En el Fundador experimentó a un hombre con una destacada delicadeza de espíritu, como si hubiera superado en parte  el desgarro y las rupturas interiores propias de la naturaleza caída. En su persona, en la armonía de su forma de pensar, querer y sentir, pudo Boll llegar a tener una idea sobre el ser y actuar de María.

En sus reflexiones, el Padre Boll entiende que para muchos sea algo difícil poder hablar así de la Inmaculada, y que todos estos pensamientos superen al hombre actual. Sin embargo en la cercanía del Padre Kentenich pudo él experimentar que la Inmaculada no es algo raro y sin sentido para el pensar moderno. Aunque es verdad que la Inmaculada como ideal de vida nos parece algo inalcanzable, también es cierto que si contemplamos de forma respetuosa toda nuestra naturaleza humana y la elevamos, toda ella, a la realidad de Dios y de su gracia, entonces sentiremos que la Inmaculada no es algo tan elevado y fuera de nuestro alcance.

Con todo ello el Padre Kentenich nos invita a descubrir en nosotros ese anhelo propio del ser humano de llegar a ser hombre en plenitud, en el que todo – cuerpo y alma – está unido de forma armónica y plena. Es el hombre de un pensar, amar y vivir orgánico, que ayudado por una educación de Inmaculada experimenta en sí  mismo la interacción armónica de la naturaleza y de la gracia, superando así las consecuencias negativas del pecado original.

La fuerza de atracción de un cristiano viene hoy dada por un estilo de vida humano orgánico que convenza y no tanto por solemnes declaraciones, por muy interesantes que estas sean. Los miembros de los institutos de Schoenstatt, como hijos cercanos al Fundador,  con otros miembros del Movimiento, llaman a ésto “un estilo de vida mariano”

lunes, 15 de diciembre de 2014

La Inmaculada en la labor pedagógica del Padre Kentenich

Continuando con las reflexiones del Padre Boll sobre la imagen que el Fundador de Schoenstatt tenía sobre la Santísima Virgen quiero destacar hoy las consecuencias que el dogma de la Inmaculada ha tenido para la persona y para la pedagogía del Padre Kentenich, y consecuentemente para la orientación pedagógica de toda su familia de Schoenstatt.

Al Padre Kentenich no le bastaba tener claro lo que el dogma definió en este caso sobre María, él fue más allá: La Santísima Virgen como Inmaculada no era para él un modelo inalcanzable, al contrario, Ella por ser Inmaculada tiene una misión especial para la humanidad. De ahí su convencimiento de que toda persona que se vinculara a la Madre de Dios experimentaría su ayuda para ir siendo cada vez más, como Ella, una persona orgánica que vive en armonía con Dios y consigo misma.  Porque para el pedagogo Kentenich el hombre solo se puede desarrollar como persona en plenitud si la naturaleza y la gracia están en armonía.

El Padre Boll constata en los múltiples contactos personales del Fundador con sus hijos espirituales el esfuerzo de éste por desarrollar la personalidad de cada uno en esa dirección. Desde su convencimiento de que Dios había realizado una sola vez, en María, su sueño sobre la persona humana, aconsejaba que toda pedagogía debiera estar encaminada a contribuir a que se restableciera esa unidad armónica en el educando en tanto fuera posible. Y así fue como en Schoenstatt se desarrolló una “educación-de-inmaculada” que pretende ayudar a vencer con la gracia la ruptura del pecado original en el hombre, construyendo sobre la base de una naturaleza humana sana que  contribuya así al desarrollo de la persona en plenitud armónica como Dios la había pensado desde toda la eternidad.

Sabemos de la facilidad que el idioma alemán ofrece para la construcción de nuevas palabras. El Padre Kentenich hacía uso abundante de esta posibilidad. En el contexto de las reflexiones sobre la Inmaculada y la persona humana que venimos comentando, encontramos un término que él acuñó y es hoy conocido entre los schoenstattianos: “persona-inmaculada” (“Immaculata-Mensch”).  ¿Qué caracteriza a esta “persona-inmaculada”? El Padre Boll nos cuenta cómo en el trato con la persona del Fundador fue descubriendo ese significado. El Padre Kentenich reflejaba en su persona de forma muy natural esa unión entre lo natural y lo sobrenatural.

Él tenía claro que Dios había creado al hombre tal como es, con cuerpo y alma. Naturaleza y gracia han sido creadas por Dios y ambas se influyen mutuamente. Su tesis era: “Primero hombre, después cristiano y consecuentemente hombre en plenitud”. En la educación de la persona humana es la Inmaculada el modelo, la guía y la meta. En este sentido “inmaculada” significa que todo lo humano y lo natural, lo corporal y sexual debe ser incorporado en el ámbito de la gracia, porque todo procede de Dios. Cuanto más crezca la persona en el mundo de la gracia, tanto más crecerá ella sana y armónica en toda su naturaleza. Ese era el sueño y esa sigue siendo la meta pedagógica que el Padre Kentenich tenía para todos sus hijos.    

lunes, 8 de diciembre de 2014

La imagen de María: Ella es la Inmaculada

(Nota previa: 
Providencialmente debo comentar hoy parte del capítulo que el Padre Boll dedica a los principios más importantes de la mariología del Fundador de Schoenstatt, en este caso la Madre de Dios como la Inmaculada. Y al hacerlo, me siento en la obligación de traer al recuerdo de muchos de mis lectores la figura del predecesor del Padre Boll en las tareas de Asistente Espiritual del Instituto de Familias de Schoenstatt, el que fue padre espiritual y educador de muchos de los matrimonios que pertenecen a las generaciones fundadoras de este instituto, al Padre Rudolf Mosbach de la comunidad de los Padres de Schoenstatt, que falleció el 6 de noviembre de este año a la edad de 93 años. 
Su dedicación en Schoenstatt le llevó a una vinculación muy profunda con el Padre Kentenich, con su persona, su espiritualidad, su  misión de vida y con su Familia de Schoensatt. Todos los que le conocimos, recordamos su esfuerzo por llevarnos y llevar a muchos otros a una vinculación personal con el Padre Kentenich, a dar a conocer su espiritualidad y así servir a todo el Movimiento de Schoenstatt en el sentir y querer del Fundador. ¡Descanse en paz, y que  siga siendo fuente de inspiración para todos nosotros!
Justamente en este sentido pienso en tantas reuniones y conferencias del Padre Mosbach con el tema de la INMACULADA. Valga recordar, para los que le conocieron y fueron sus hijos espirituales, las innumerables citas de la “Jornada de octubre de 1950” del Padre Kentenich y también sus meditaciones y reflexiones a partir de los aforismos del librito “María, signo de luz”. Por su boca hablaba el Padre Fundador. ¡Gracias, Padre Mosbach! ¡Mi esposa y yo le agradecemos públicamente todo lo que hizo en los tiempos de nuestra formación en el Instituto!)



La imagen de María: Ella es la Inmaculada

Hoy, el tema del libro que comento nos lleva a una primera consideración sobre la imagen de María como Inmaculada, imagen que el Padre Kentenich legó a todos sus hijos y que es un principio fundamental de su mariología.

El Padre Boll lo expresa así: “María como Inmaculada se presenta ante nosotros como la persona concebida sin pecado original. Aquella que es desde el primer momento de su existencia “la llena de gracia”. María es la persona plena tal y como el Creador lo había pensado para sus criaturas, el prototipo de la persona en la que la naturaleza y la gracia están entrelazadas de una forma armónica y plena. Ella está siempre y totalmente abierta para Dios y su voluntad, anclada y cobijada plenamente en lo divino, y a la vez plenamente humana, totalmente natural. El entendimiento y la voluntad, el sentimiento y el espíritu están vinculados de forma armónica. Ella es el sueño de Dios sobre el hombre pleno y redimido.”

En las conversaciones que tuvo el Padre Boll con el Fundador pudo captar poco a poco lo que la Santísima Virgen como Inmaculada suponía en concreto para el Fundador, las consecuencias derivadas de esta convicción para su propia vida y para su actuación como educador. Boll confiesa que nunca hasta entonces había encontrado a teólogo alguno que hubiera tomado tan en serio el dogma de la Inmaculada, a ningún teólogo que hubiera tenido tan claro los efectos antropológicos del pecado original como el Padre Kentenich. Él había captado en toda su amplitud lo que significa estar marcados por ese pecado; se refería a él diciendo: “Una ruptura o desgarro atraviesa todo nuestro ser”. Todos nosotros padecemos esa ruptura interna en la separación del cuerpo y del espíritu y alma, en la separación o incoherencia entre mente y corazón, entre vida divina y vida humana natural. Incluso los cristianos ya bautizados y redimidos por Cristo cargamos hasta el fin de nuestras vidas con esa pesada carga.

María, la Inmaculada, está ante nosotros como la “gran señal”, como aquella que al nacer sin el pecado original se vio liberada consecuentemente de las consecuencias del mismo. Ella es la persona plenamente redimida a la que todos aspiramos desde lo más profundo de nuestra alma. Ser aquella persona en lo que lo natural y lo sobrenatural estén orgánicamente entrelazados.

(Continuará el próximo lunes)

lunes, 1 de diciembre de 2014

La imagen de María en Schoenstatt - El Santuario

Las reflexiones que se hace el Padre Boll en los siguientes capítulos de su libro están centradas en la imagen de María del Padre Kentenich, en su piedad mariana y en su mariología. Sabemos que a partir de esta imagen ha ido creciendo una espiritualidad mariana en la familia schoenstattiana que se destaca por su originalidad en la Iglesia de hoy.

Comienza haciendo referencia al Santuario, al lugar de gracias de la Santísima Virgen en Schoenstatt. Valga recordar la renuncia del Fundador a basar su espiritualidad mariana en apariciones, visiones u otros fenómenos parecidos relacionados con el lugar de peregrinación y gracias de Schoenstatt. Consecuentemente el Padre Kentenich quería que la espiritualidad mariana de sus hijos espirituales se apoyara exclusiva y sencillamente en la fe católica. Nunca quiso que su piedad se hiciera dependiente o estuviera influenciada por fuentes extraordinarias.

Esta actitud del Fundador es, según el Padre Boll, absolutamente consecuente con sus principios fundamentales referidos a la vida de fe. Él consideró como una misión especial de Schoenstatt para la iglesia de los nuevos tiempos que, prescindiendo de fenómenos extraordinarios, se viviera la fe de la iglesia con toda calidez y con todas sus consecuencias.

Valga anotar también que el Padre Kentenich, como hace la misma iglesia, deja libertad a cada cristiano para que crea en la autenticidad de las apariciones, en tanto en cuento las mismas sean reconocidas o permitidas por la autoridad eclesiástica correspondiente. En este sentido recordamos que el Fundador conoció las apariciones de Fátima cuando estaba prisionero en el campo de concentración de Dachau, lo que le inspiró para escribir una reflexión sobre Fátima y Schoenstatt, en la que pone de manifiesto las diferencias de ambos lugares de gracia y en la que destaca lo específico de Schoenstatt.

En las próxima “entradas” dirigiremos nuestra mirada a la imagen dogmática de María; veremos que hay dos puntos de partida importantes en la mariología del Padre Kentenich que caracterizan esa imagen.
Por una parte veremos el esfuerzo del Fundador por legar a los suyos un “principio fundamental” de la mariología; este sería la bi-unidad entre Cristo y María. O expresándolo desde la teología: María es según la idea original de Dios la compañera y colaboradora permanente de Cristo en toda la obra redentora.
Y un segundo y destacado punto de partida para toda la mariología y piedad mariana es la importancia de la Santísima Virgen como Inmaculada, la “llena de gracia”, el sueño de Dios sobre toda criatura humana. Destacando también las consecuencias pedagógicas que este dogma tiene o debe tener para la vida de cada cristiano.


  

lunes, 24 de noviembre de 2014

Pruébenme primero que me aman ..............

Parece que la expresión que el Padre Kentenich pone también en boca de María el 18 de octubre de 1914 ante los congregantes: "pruébenme primero por hechos que me aman realmente", hubiera despertado algún recelo en algunas de las personas que el Padre Boll conocía. Por ello intenta explicar el verdadero significado que esta frase tenía en la mente y en el corazón del joven sacerdote José Kentenich. Quiero pensar que este último tuvo que explicárselo al autor del libro en sus largas conversaciones de Milwaukee.

Está en primer lugar la aclaración de que en el lenguaje y en el sentir del Padre Kentenich la palabra alemana "beweisen" (probar) tiene a menudo el significado de "mostrar" o "expresar". El Padre Boll lo sabía por la cantidad de ocasiones en que le escuchó esta palabra en sus pláticas y conferencias. Siendo así, la correcta traducción al español de  lo dicho por el Fundador aquel día sería: "Mostradme que me amáis ....", o dicho de otra forma "dejad que experimente vuestro amor".

Por otra parte tenemos que recordar que en el mes de octubre del 1914 existía ya una relación entre los jóvenes congregantes y la Santísima Virgen. No se trata por lo tanto de establecer por primera vez esas relaciones. Lo que está en juego ese día más bien es destacar un nuevo nivel en las mismas. El Fundador intenta con estas palabras que los jóvenes comprendan el plan que Dios tiene con ellos: Él quiere fundar en Schoenstatt un lugar de gracias de su santísima Madre y desea para ello la colaboración de los congregantes. Las palabras son por lo tanto una invitación para que le muestren con hechos que se esfuerzan por su santidad. Sería como una competición entre dos personas que se aman y que elevan sus exigencias mutuas de amor en la lucha por una meta común. El "nada sin nosotros" sería por tanto la premisa que Dios ha querido poner para que la acción de la Santísima Virgen se haga presente en su Santuario.

La fecundidad de María en este lugar de gracias viene descrita en otra frase que el Fundador dice (nuevamente poniéndolas en boca de María) en aquel día a los jóvenes congregantes: "Entonces con gusto me estableceré en este lugar y distribuiré abundantes dones y gracias. Entonces atraeré desde aquí los corazones jóvenes hacia mí, y los educaré como instrumentos aptos en mi mano."

Ahora podemos entender que en Schoenstatt se invoque a María con el título de Madre y Educadora. Desde tiempos inmemorables la Iglesia venera a María como Madre, en Schoenstatt estamos convencidos que esta madre acogedora ha recibido de Dios la tarea de educarnos, de hacernos verdaderos discípulos de su Hijo Jesús cuando nos acogemos a su protección.
El Padre Kentenich fue el primero en experimentar esta acción educadora de la Santísima Virgen; al comentar algunos episodios de su niñez y juventud dice textualmente que María "fue la única maestra de su vida". Cuando el Fundador habla de "la fuerza formadora y la sabiduría educadora" de la Virgen, lo dice porque lo ha experimentado él mismo, y por ello está convencido de que María tiene hoy una misión especial como Educadora del hombre nuevo, del nuevo cristiano. Ahora podremos comprender mejor porqué el movimiento de Schoenstatt tiene también la misión de educar y formar al "hombre nuevo".

lunes, 17 de noviembre de 2014

"Ego diligentes me diligo" - Amo a los que me aman

En las páginas anteriores del libro que comento, el Padre Boll nos recordaba la misión que la alianza de amor en Schoenstatt tiene para la Iglesia: anclados en el mundo sobrenatural vivimos y actuamos en el convencimiento que no estamos solos, que la Santísima Virgen, nuestra madre, es fiel a la alianza que ha sellado con nosotros y que nunca nos abandona.

Esta misión que está vinculada al Santuario de Schoenstatt en virtud  del acontecimiento fundacional se hace dependiente de la colaboración humana. Recordamos la charla que el Padre Kentenich dio a los primeros congregantes, la llamada “Acta de fundación”; en ella el Fundador pone en boca de María las siguientes palabras: “No se preocupen por la realización de su deseo. Ego diligentes me diligo. Amo a los que me aman. Pruébenme primero por hechos que me aman realmente y que toman en serio su propósito. Adquieran por medio del fiel y fidelísimo cumplimiento del deber y por una intensa vida de oración muchos méritos y pónganlos a mi disposición. Entonces con gusto me estableceré en medio de ustedes y distribuiré abundantes dones y gracias.”

Me llama la atención el hecho de que el Padre Boll se haya fijado en las dos frases: “Amo a los que me aman” y “Pruébenme primero por hechos que me aman realmente”. Es evidente que él desea aclarar lo que aparentemente puede ser una contradicción o no coincidir con nuestro convencimiento de que la Santísima Virgen ama a todos y no sólo a unos privilegiados o especialmente aplicados. En su labor de dirección espiritual el Padre Boll tuvo la ocasión de escuchar a muchas personas que tenían sus problemas con estas dos aseveraciones.

Viene ahora a nuestra mente la frase que encontramos a menudo en nuestros Santuarios: “Nada sin Ti, nada sin nosotros”. El “nada sin ti” expresa el convencimiento creyente de que todo lo que recibimos en la alianza de amor es un regalo y una gracia divina. Pero junto a esto está también el convencimiento de que Dios quiere vincular sus gracias a nuestra colaboración humana, “nada sin nosotros”. Todo el orden salvífico del Nuevo Testamento está marcado por esta relación. Pensemos, por ejemplo, en los sacramentos; en los mismos Dios nos regala abundantemente con su vida divina, pero exige la fe del creyente y su activa colaboración. Los sacramentos nos son pura “magia”.

En Schoenstatt vale lo mismo: Dios nos regala la cercanía y la ayuda de la Santísima Virgen en nuestra aspiración por una mayor vinculación a Dios, y espera nuestra disponibilidad para que nos esforcemos por ello con todas nuestras fuerzas. Esta actitud no es una exigencia sino un regalo entre personas que se aman. El Padre Boll dice que esta relación es “una tarea especial que vincula a los amantes, que juntos se esfuerzan por alcanzar una meta más alta y que se ayudan mutuamente para ello.”



lunes, 10 de noviembre de 2014

La misión de María desde Schoenstatt

El fundador de Schoenstatt, Padre José Kentenich, estaba convencido de que la Santísima Virgen tiene desde Schoenstatt una misión especial para la iglesia y el mundo. El Padre Boll, en las páginas de su libro que ahora comento, explica y subraya la idea de que Schoenstatt surgió a partir de una iniciativa divina que se concretó a través de María. Ella se ha establecido en el Santuario de Schoenstatt y allí ha sellado con nosotros una alianza de amor. En primer lugar lo hizo en el acontecimiento histórico del 18 de octubre de 1914 y lo sigue haciendo en cada alianza de amor que se realiza a ejemplo de la primera.

Desde Schoenstatt estamos llamados a “romper una lanza” por María ayudando a que en la teología actual se destaque y valore la posición que Ella tiene en el plan de redención. De ello se deduce también la necesidad de conocer bien el desarrollo de la mariología y de la piedad mariana de nuestros días. Es claro que los primeros llamados a seguir este camino somos los mismos schoenstattianos, teniéndolo claro, primero, y dando a continuación testimonio vivo de ello en nuestro entorno.

En uno de los pasajes del libro el Padre Boll recuerda una reunión que él mismo y otros estudiantes de teología tuvieron con el Padre Kentenich en Milwaukee en los años sesenta. Los estudiantes defendían, a ejemplo de otros teólogos, que María debería ser vista por los cristianos como modelo en la fe. Ante tal aseveración el Padre Kentenich dijo, haciendo mucho hincapié, lo siguiente: “¡No, eso no es suficiente! María ha recibido de Dios una tarea en el orden salvífico del Nuevo Testamento. Ella tiene una misión y Ella actúa. Y su actuación será fecunda en la medida que nosotros nos insertamos en la misma, permitiendo que Ella actúe a través nuestra. Quien crea en ello y quien deje que Ella haga, llegará pronto al convencimiento de que la Santísima Virgen ha recibido de Dios una tarea y el poder de llevar a cabo la misma.”

La historia de Schoenstatt está repleta de situaciones aparentemente desesperadas y sin solución que finalmente se resolvieron de forma increíble. En la fe estamos convencidos de que fue María quien lo hizo. Es una experiencia que todos nosotros, los que hemos sellado la alianza de amor con Ella en el Santuario, podemos también contar en nuestras vidas. Hay una pequeña oración en nuestra Familia que encierra el anhelo y la confianza que nos anima: “En tu poder y en tu bondad fundo mi vida, en ellos espero confiando como un niño. Madre Admirable en ti y en tu Hijo creo y confío ciegamente.”

Es el ejemplo que el Padre Kentenich nos dio: estar firmes y seguros, anclados en el mundo sobrenatural. La realidad de nuestra alianza de amor con María nos hace experimentar que “yo no estoy nunca solo, la Santísima Virgen ha sellado conmigo una alianza, y todo lo que yo hago, puedo hacerlo confiando en Ella”. Este es el núcleo de la misión que tiene la alianza de amor en Schoenstatt para la iglesia y el mundo de hoy.


lunes, 3 de noviembre de 2014

María en la vida del P. Kentenich

En su propósito de aportar algunas reflexiones para que la figura del fundador de Schoenstatt sea más conocida y apreciada, el Padre Boll aborda en los siguientes capítulos de su libro la relación del Padre Kentenich con la Santísima Virgen. Hasta ahora, en los capítulos pasados, nos había traído sus pensamientos sobre la figura del fundador como el hombre elegido por Dios para regalar a la iglesia un movimiento de renovación y apostolado. Ahora nos invita a fijarnos en María.

En su introducción al tema el Padre Boll nos dice: “La figura y la misión del Padre Kentenich no se comprenderán si no se tiene en cuenta su profunda y extraordinaria relación práctica y creyente con la Santísima Virgen María”.   Y más adelante se referirá a su encuentro con el Fundador:  “ …. naturalmente que los dos hablamos sobre la teología mariana, pero lo central no era la reflexión sino el vivir y moverse en un mundo, en el que Dios es una realidad efectiva y en el cual la Madre de Dios juega un papel central”

Por último el Padre Boll recuerda la mariología del teólogo Matthias Josef Scheeben (1835-1888) citada por muchos padres de la iglesia, destacando una idea central de su pensamiento: María está “in medio Trinitatis”, “en medio de la Trinidad”. En la meditación sobre esta realidad creció en él mismo el asombro y la fascinación por la figura de María. En las conversaciones con el Fundador llegó a captar la importancia de este pensamiento en una frase que le oyó decir a menudo: “¡María es la única persona humana que es consanguínea con Dios!”. Para el Padre Kentenich no existía primero un gran capítulo sobre Dios y a continuación un apéndice o pequeño apartado sobre María; Ella era parte del todo. Y fue así como Ella vivió también en el corazón del Fundador.

A este respecto valga recordar el acontecimiento salvífico de la cruz de Cristo. Jesús le dijo entonces al discípulo: “Ecce mater tua”, “¡Eh ahí a tu madre!”, “Y desde entonces el discípulo la tomó en su casa”. Esta realidad se hizo presente también en la vida de José Kentenich; sabemos que en su niñez tuvo José que vivir con su abuela, porque su madre tenía que trabajar en otra ciudad y no podía cuidarlo. A los 9 años y dada la avanzada edad de la abuela, la madre llevó al hijo a un orfanato de la ciudad de Oberhausen. Aquel día, al entrar en el edificio de las dominicanas, madre e hijo se fijaron en una estatua de la Santísima Virgen que estaba en la casa. La madre, en su impotencia y dolor, se dirigió a María diciéndole: “Yo no puedo ahora cuidar más de mi hijo, sé tú ahora su madre”. Y como prenda le dejó a la Virgen lo único valioso que poseía, una cadenita de plata con una cruz, recuerdo de su primera comunión. Sabemos que María se tomó en serio la petición. Años después el Padre Kentenich referiría en sus predicaciones con ardor y firmeza que María no solo cuidó de él como una madre, sino que era en verdad su madre.

Sabemos también que en la época de su juventud el Padre Kentenich vivió en la más absoluta soledad. En su crisis juvenil fue ‘zarandeado’ espiritualmente y sufrió por ello. En un escrito del año 1955 el Padre contará que: “Durante estos años mi alma se mantuvo en un cierto equilibrio mediante el amor personal y profundo a María”. Y más adelante: “A posteriori sería más fácil comprender su sentido (el de la soledad). El alma debía quedar libre de influencias extrañas, especialmente las de índole personal, para permanecer así abierto con todas las fibras del ser a la verdadera maestra de mi vida, a su sabiduría pedagógica y su fuerza educadora. Me refiero a la Santísima Virgen. ……. Este proceso vital se puede encontrar ya en los primeros años de mi infancia.”

El Padre Kentenich vivió plenamente en un mundo mariano, habló públicamente de ello y llevó a muchos a María. En él y en su familia espiritual se hizo y se hace realidad lo que Juan nos cuenta en su evangelio: “Y la madre de Jesús estaba presente”. (Jn 2,1)


lunes, 27 de octubre de 2014

Un riesgo de fe - el fundador y el acto de fundación

El Padre Boll nos invita a reflexionar sobre el acto de fundación de Schoenstatt en aquel memorable dieciocho de octubre de 1914 y a profundizar en lo acontecido en el alma del Padre Kentenich en aquellos días y semanas posteriores a su charla a los seminaristas.

Alguno puede pensar que en la tarde del dieciocho de octubre citada un sacerdote joven y piadoso se reúne con unos jóvenes en una capilla que estaba más o menos abandonada y se dirige a ellos con una plática; se podría pensar que se trata de una ‘práctica piadosa’ cualquiera cuyo contenido se olvidará pronto, como ocurre con lo escuchado en tantas homilías. Pero el asunto no fue así.

El sacerdote citado, P. José Kentenich, da un salto de fe y vive el momento de fundación como “el mayor riesgo de fe de su vida”; así lo aclarará después a sus hijos espirituales más cercanos. El riesgo de aferrarse en la fe al convencimiento de que Dios tenía un plan de amor con él y con el lugar de Schoenstatt como un lugar de peregrinación. Un salto mortal para el entendimiento, para la voluntad y para el corazón.

En un diálogo con unos estudiantes de teología que tuvo lugar en Milwaukee en el año 1963, el fundador contestó a la pregunta de cuál había sido el riesgo de fe más grande de su vida, si Dachau o el día de la fundación: “Dachau no, sino octubre de 1914, porque los motivos que sostenían el fundamento de mi fe eran muy débiles, y la transcendencia del salto de fe fue mucho mayor”.

Como se puede deducir, el acontecimiento del acto de fundación sólo se podrá entender en su profundidad e importancia desde la fe. La fe práctica en la Divina Providencia es para el Padre Fundador una cosmovisión, su segunda naturaleza. El fundador está convencido en esta ocasión, como en tantas otras, de que Dios tiene un plan y que todo lo que ocurre o permite está orientado a llegar al plan de amor previsto por Él.

El Padre Boll cuenta: “En el atardecer del día 18 de octubre de 1914 hay solamente una persona que sepa de lo ocurrido y que vislumbre en parte la importancia de los hechos para la historia de la iglesia; esa persona es el fundador mismo. En ese momento la tensión en su alma es grande: ¿Qué seguiría a lo acontecido? ¿Confirmaría la “resultante creadora” el significado de lo que él había arriesgado en su confianza creyente? El camino de la aventura del Padre Kentenich como fundador, como instrumento del Dios providente, comenzó en ese día. El Dios de la vida y de la historia, mediante su intervención, había fijado de una vez para siempre el camino concreto y dado el carácter y modalidad decisivos al germen que haría de Schoenstatt un lugar de peregrinación  y de gracias.”

La incógnita para el fundador: ¿responderían los jóvenes seminaristas a la “secreta idea predilecta” que les había transmitido el día dieciocho? Él no haría nada para provocar en ellos una respuesta, él quería esperar a una señal de Dios que le confirmara o no el riesgo de fe por él asumido. De inmediato no se produjo reacción alguna; poco a poco, casi con titubeos, se acercaron uno tras otro los seminaristas, hablaron con él y le dieron su contestación afirmativa. Ese SI creyente de los estudiantes significará para el fundador la confirmación divina que esperaba. Y así, al hacerse visible la “resultante creadora” comenzará a trabajar para concretar la respuesta humana a la oferta de Dios. La semilla plantada el 18 de octubre de 1914 se hará fecunda por la fe de los primeros, como lo ha demostrado la historia de Schoenstatt.


sábado, 18 de octubre de 2014

La fundación de Schönstatt - los hechos

(Nota previa: Hoy, 18 de octubre de 2014, celebramos el centenario de la primera alianza de amor del Padre Kentenich y de los primeros congregantes con María en la capilla del valle de Schoenstatt, lugar que llegaría a ser un centro de peregrinación mariano para todo el mundo, el Santuario Original de Schoenstatt. En ese día comenzó también la historia del Movimiento. Considero un “detalle” de la Divina Providencia que justo en esta semana me toque comentar el capítulo titulado “Die Gründung Schönstatts” – “La fundación de Schoenstatt”, por lo que adelanto la publicación de esta ‘entrada’ en el BLOG a este día 18.)

Desde su nombramiento como Padre Espiritual de los estudiantes palotinos en 1912 el trabajo del Padre Kentenich se había centrado en la labor pedagógica con los jóvenes. En el año 1914 se dará una intervención especial del Dios de la vida: el comienzo de la primera guerra mundial cambiará muchas cosas, pero será otro acontecimiento, aparentemente insignificante, el que pondrá al joven sacerdote ante una “petición” especial de la Divina Providencia; será la “pequeña puerta abierta” para la mente y el corazón del Fundador, a través de la cual tendrá que pasar, dando una respuesta personal a la “sugerencia divina” y haciendo posible de esta manera la realización de los planes divinos.

En julio de 1914 cae en las manos del Padre Kentenich un periódico local con un artículo escrito por un capuchino que informaba a los lectores de un reciente viaje a Italia, a un lugar de peregrinación en el Valle de Pompeya cerca de Nápoles. Hacía unos años que un abogado italiano, Bartolo Longo, había construido en ese lugar un templo a la Santísima Virgen con algunas casas dedicadas a la acogida de niños y jóvenes indigentes. Al poco tiempo el templo se había convertido, por la afluencia de fieles que lo visitaban – y lo visitan –, en un Santuario de María, un lugar de peregrinación para la comarca y más allá. Se trataba de la fe de un laico que por propia iniciativa había fundado, por así decir, un Santuario. Sin visiones ni apariciones el cielo había mostrado su conformidad a estos planes a partir de la reacción y respuesta del pueblo creyente. Una “historia de conducción divina” que se construye por la respuesta humana a las indicaciones y a los deseos del Dios de la vida.

La lectura del artículo provoca en el interior del Padre Kentenich una inquietud especial: ¿no podría acontecer aquí en Schoenstatt lo mismo que en el Valle de Pompeya? La idea le persigue día y noche. ¿Sería verdaderamente posible que Dios le estuviera mostrando un gran plan a través de una señal tan pequeña? ¿No sería todo una equivocación y un engaño? ¿Y si los planes de la Divina Providencia dependieran de su respuesta afirmativa? Durante estas semanas (julio-octubre 2014) mantiene una gran lucha interior y finalmente decide responder con un sí a lo que él cree que es verdaderamente una iniciativa divina.
Su fe le lleva a responder a la invitación que le hace Dios para realizar con Él uno de sus grandes planes de amor: la fundación del Movimiento de Schoenstatt. Los estudiantes regresan de las vacaciones, y el 18 de octubre de 2014 se reúne con ellos en la capilla del valle de Schoenstatt dirigiéndoles unas palabras que los jóvenes escucharán atentamente y a las que después darán también su respuesta afirmativa. Es el “Acta Primera de Fundación”.

Con pocas palabras describe el Padre Kentenich a los jóvenes de lo que se trata: 
Pero si ustedes quieren saber el origen de este anhelo (alcanzar el mayor grado posible de perfección y santidad, según su estado), me parece que puedo manifestarles una secreta idea predilecta.
San Pedro, después de haber contemplado la gloria de Dios en el Tabor, exclamó arrebatado: ‘¡Qué bien estamos aquí! ¡Hagamos aquí tres tiendas!’ Una y otra vez vienen a mi mente estas palabras y me he preguntado ya muy a menudo: ¿Acaso no sería posible que la capillita de nuestra Congregación al mismo tiempo llegue a ser nuestro Tabor, donde se manifieste la gloria de María? Sin duda alguna no podríamos realizar una acción apostólica más grande, ni dejar a nuestros sucesores una herencia más preciosa que inducir a nuestra Señora y Soberana a que erija aquí su trono de manera especial, que reparta sus tesoros y obre milagros de gracia. Sospecharán lo que pretendo: quisiera convertir este lugar en un lugar de peregrinación, en un lugar de gracia, para nuestra casa y toda la provincia alemana y quizás más allá. Todos los que acudan acá para orar deben experimentar la gloria de María y confesar: ¡Qué bien estamos aquí! ¡Establezcamos aquí nuestra tienda! ¡Este es nuestro rincón predilecto! Un pensamiento audaz, casi demasiado audaz para el público, pero no demasiado audaz para ustedes. ¡Cuántas veces en la historia del mundo ha sido lo pequeño e insignificante el origen de lo grande, de lo más grande! ¿Por qué no podría suceder también lo mismo con nosotros? Quien conoce el pasado de nuestra Congregación no tendrá dificultades en creer que la Divina Providencia tiene designios especiales respecto a ella”.

Su secreta idea predilecta: invitar a la Santísima Virgen a que actúe desde aquí en forma especial y que transforme este lugar tan insignificante en un lugar de peregrinación con unas características muy especiales. Si las frases: “una y otra vez vienen a mi mente…” y “cuantas veces ha sido lo pequeño e insignificante el origen de lo grande, de lo más grande” muestran la lucha de fe del Padre Kentenich en el verano de 1914, lo que más llama la atención es su seguridad en la interpretación de los planes divinos.
La reacción de los jóvenes y la historia posterior mostrarán lo acertado de este proceder. Dios actuará y mostrará la resultante creadora de lo realizado el día 18 de octubre: la alianza de amor entre el Fundador y la Santísima Virgen, entre los primeros congregantes y Ella convertirá la capilla en un lugar de peregrinación y será el origen y fundamento del Movimiento de Schoenstatt.

     

lunes, 13 de octubre de 2014

La seguridad del péndulo

El Padre Boll nos sigue hablando en estas páginas del libro sobre “el hombre de fe” que él encontró en el Padre Kentenich. Se refiere en primer lugar a la seguridad que le caracterizaba en sus relaciones con el Dios de la vida: cuando el Fundador hablaba de lo ocurrido, por ejemplo, en la historia del Movimiento de Schoenstatt, relataba no solo los hechos como una realidad concreta en un momento dado, sino que los veía y describía como el resultado de la  actuación de Dios y de la respuesta humana a los deseos divinos. Y esto no era en él una disquisición intelectual, sino que se trataba de experiencias existenciales que se apoyaban en una teología espiritual de la experiencia. Así, cuando el Fundador se refería a la seguridad que le da al hombre de fe la confianza en Dios, la definía como “la seguridad del péndulo”. El creyente, como un péndulo, está anclado y bien seguro “arriba”, en Dios, pero a la vez está expuesto “abajo” a la realidad terrenal que lo puede mover y lo mueve con muchos vaivenes e inseguridades.

En el trato personal con el Padre Kentenich, Boll fue adquiriendo un conocimiento mayor sobre la personalidad del Fundador. Dios lo había enriquecido con abundantes gracias, pero lo que más le caracterizaba era la imagen que tenía del Dios de la vida y su continuo esfuerzo por descubrir la voz divina en los acontecimientos concretos de la vida. Siempre estuvo dispuesto a responder a las indicaciones y a los deseos de Dios con una flexibilidad que nunca se debilitaba. Fue el hombre convencido de una “historia de conducción divina” que se va construyendo con el devenir de los acontecimientos. Él citaba a menudo a San Ignacio de Loyola: "Deum quaerere, Deum invenire in omnibus" - "Buscar a Dios, encontrar a Dios en todo".

Precisamente las palabras – “historia de conducción divina” – son la expresión más precisa de la experiencia que supone vivir en y desde la fe en la Divina Providencia. Así ocurrió en la historia de salvación, antiguo y nuevo testamento, y así ocurrió también en la vida del Padre Kentenich y del movimiento qué él fundó. Los cauces por los que el Dios de la vida eligió a sus “colaboradores” y los utilizó para conducir a su pueblo a través de los tiempos fueron muy similares en la historia de salvación y en la historia de Schoenstatt, salvando, claro está, las circunstancias distintas que se daban en ambos casos.

Como Abraham, el Padre Kentenich fue elegido para ser padre de muchos hijos en la fe y así conducirlos a Dios. Para eso tuvo él mismo que experimentar los claroscuros de la fe, luchar como Job con el Dios de la vida. En alguna ocasión el Fundador habló del “martirio de la fe en la Providencia”: quien se deja conducir tan intensa y exclusivamente por Dios, y hace depender totalmente sus decisiones de las señales divinas, tiene que estar dispuesto a experimentar no solo la claridad gozosa de la luz sino que tiene que contar también a veces con la más absoluta oscuridad.

El Padre Boll cuenta que en una ocasión el Padre Kentenich le habló de todas las dificultades de su vida, de las acusaciones e incomprensiones a las que fue sometido. Al final del relato, después de un largo silencio, el Fundador dijo en voz baja: “Que yo haya soportado todo a lo largo de mi vida, y que a pesar de ello haya sido capaz de seguir trabajando …… sería absolutamente inexplicable sin una experiencia profunda de Dios”. José Kentenich, un hombre de fe que ha llegado a ser padre en la fe de otros muchos que providencialmente le han conocido.

lunes, 6 de octubre de 2014

En diálogo con el Dios de la vida

En las páginas 45 a la 54 de su libro, el Padre Boll nos habla del “hombre de fe” que él encontró y admiró en José Kentenich. Así lo escribe: “Cuando se me regaló la oportunidad de conocer al Padre Kentenich y después, al poder trabajar junto a él, tuve desde el principio la impresión: aquí hay un hombre que cree de forma bien concreta en la acción de Dios en su vida y que se atreve a responder de forma activa a la misma.”

La imagen del Dios de la vida – junto a su talento pedagógico - es lo que caracteriza al fundador de Schoenstatt. En su presencia, y aunque no se hablara de temas de fe, se experimentaba de alguna forma la presencia de Dios. El Padre Kentenich llamaba a esta íntima vinculación a Dios “fe activa en la Providencia”. Hay que decir que esta característica apunta al núcleo de su personalidad y da forma a toda su espiritualidad.

El que entra en contacto con el Movimiento de Schoenstatt percibe rápidamente que cuando sus miembros hablan de la “Providencia”, se están refiriendo a algo más de lo que la Iglesia ha entendido hasta ahora en general cuando se nombraba a la “Providencia” o a la “fe en la Providencia”. Nuestra fe nos decía y nos dice que Dios tiene un plan concreto para la vida de cada persona y cada comunidad. Normalmente cuando se presentan los problemas, sufrimientos y dolores, nuestra fe en la Providencia nos ayuda a reconocer en ellos la mano providente de Dios, aunque no lo entendamos. Pero en cierta forma mostramos una actitud pasiva en la aceptación de lo ocurrido. ¡Es lo que Dios quiere! ¡Es su voluntad!, pensamos y decimos.

El hombre de una “fe activa en la Providencia” (también se dice: “fe práctica en la Providencia”) va más allá de la concepción antes citada. De la mano del Padre Kentenich sabe que Dios tiene previsto desde toda la eternidad un plan concreto para cada persona, pero que el mismo Dios supedita la realización de ese plan a la activa colaboración de la persona. Ese Dios de la vida entra en diálogo con el hombre a través de los acontecimientos concretos deseando provocar una respuesta humana. Dios quiere de alguna forma ganar al hombre para que “participe activamente en los acontecimientos”. Es evidente que en este diálogo el hombre se enfrenta a un riesgo importante: ¿habré entendido bien a Dios? El Padre Kentenich asumió el riesgo e invitaba y sigue invitando a la Iglesia de los nuevos tiempos y a sus miembros a que descubran y vivan según esta forma de fe activa en la Providencia.

Si se reflexiona sobre la historia del Movimiento de Schoenstatt hay que decir que este movimiento de renovación eclesial es hijo de la fe práctica en la Divina Providencia; el resultado de una iniciativa divina y de la respuesta que el Fundador y sus hijos han dado a la misma. Sin duda, esta fe constituye uno de los aportes más valiosos que Dios quiere regalar a la Iglesia de nuestro tiempo a través del Padre Kentenich: "una búsqueda activa del Dios de la vida y de la historia y una respuesta comprometida y arriesgada que involucra toda nuestra existencia. Es un auténtico camino de santidad para el hombre actual".


lunes, 29 de septiembre de 2014

El paradigma de la libertad

El ideal del “hombre nuevo” que el Fundador de Schoenstatt tenía desde el principio en su corazón y en su horizonte pedagógico para él y para sus hijos espirituales no sólo acentúa en su núcleo principal la característica de la “reciedumbre” o “firmeza”, sino que se fija aún más en la “libertad”. Él deseaba que los suyos se educaran como personalidades libres. Libertad que se sabe creadora de vida porque es una libertad “de” y una libertad “para”, y libertad que nutre al alma de vínculos libremente elegidos y libremente asumidos.

La novedad de la intuición original en el pensar del Padre Kentenich que se resume en el “hombre nuevo” es precisamente la sensibilidad por la libertad. Es interesante constatar la simultaneidad histórica entre los ideales de Schoenstatt con lo que acontece en el mundo. En uno de sus escritos el Fundador se refiere ya en el año 1949 a la “secreta simpatía que une a Schoenstatt con el tiempo”. En la terminología científica moderna se habla de un nuevo paradigma, el paradigma de la libertad, algo universalmente reconocido, un modelo, que nos define como personas y como sociedad. Para José Kentenich será "libertad" la idea-guía (leitmotiv) de su pedagogía.

El cambio de la sensibilidad en las personas requiere por tanto un cambio radical en la educación de las mismas. Y precisamente la propuesta pedagógica del Padre Kentenich está orientada por esa nueva situación anímica de los educandos. Desde el principio se destaca en él una apertura a las voces de Dios en los nuevos tiempos. Su divisa será siempre: “vox temporis – vox Dei”. Ante el paradigma de la libertad, el desafío de educar en libertad y para la libertad. 
El Padre Boll escribe en su libro que “precisamente en el ámbito interno del catolicismo, con una vinculación muy estrecha a la tradición, se necesita tener una gran valentía y una gran fuerza resolutiva para actuar de esta forma”. En las conversaciones entre el autor del libro que comento y el Fundador pudo el primero captar el convencimiento que tenía el Padre Kentenich de que la Divina Providencia había querido que Schoenstatt con su propuesta pedagógica fuera la respuesta adecuada a las necesidades y sensibilidades de los nuevos tiempos.

Aunque en la primera meta de Schoenstatt se acentúe también el aspecto de la “comunidad nueva”, lo cierto es que la libertad constituye siempre de alguna manera su “sabor fundamental”. Libertad, que no se entiende en forma autónoma, intra-mundana e individualista, porque “el hombre sólo llega a ser libre en el amor y en la vinculación orgánicas”. El Padre Kentenich recuerda también que “la libertad se corrompe cuando se torna en subjetivismo y mero apetito de autonomía”. Él indicaba a menudo que la libertad sólo es posible, absolutamente hablando, en la vinculación.

Es interesante constatar finalmente que el Dios providente puso en el corazón del Padre Kentenich, ya desde niño, el anhelo por la libertad, queriendo con ello avanzar también en su persona el camino pedagógico de su fundación, el Movimiento de Schoenstatt.

  

lunes, 22 de septiembre de 2014

"Personalidades recias, libres y sacerdotales"

En este capítulo el Padre Boll nos descubre una de las habilidades del Fundador de Schoenstatt en su labor pedagógica, sobre todo con ocasión de sus charlas y conferencias a los grupos y personas del Movimiento: El Padre Kentenich solía referirse en sus palabras a situaciones concretas – según caso y adaptándose a la capacidad sicológica de sus oyentes –, aportando sin embargo en su presentación principios de amplio alcance y válidos en general que servirán de pauta y orientación para todos los oyentes. Es lo que ocurre con su primera charla, la de octubre de 1912 a los estudiantes a él confiados. La charla es conocida en Schoenstatt como “Acta de pre-fundación”.

Con el título de “PROGRAMA” (será también su programa de vida) recoge en una frase concisa y significativa del texto el mensaje central de su programa pedagógico y de vida: “Bajo la protección de María, queremos aprender a educarnos a nosotros mismos, para llegar a ser personalidades recias, libres y sacerdotales” (aquel día hablaba a seminaristas palotinos). El núcleo esencial de su proyecto se expresa en las palabras: “personalidades recias y libres”. A partir de aquí  y en un “diálogo educativo” con los educandos, el Padre Kentenich desarrollará todo un sistema pedagógico que perseguirá la formación del carácter y de la personalidad de cada uno, para despertar en el individuo actitudes espirituales básicas que le lleven a actuar según principios y valores claramente reconocidos y aceptados. Es importante tener en cuenta que éste diálogo pedagógico será ya anunciado a los jóvenes en la misma charla; él les dirá al respecto: “Queremos aprender. Por tanto, no solo ustedes, sino también yo. Queremos aprender unos de otros”.

Esta meta pedagógica es un aspecto esencial de la visión que tiene el Padre Kentenich sobre “el hombre nuevo en la nueva comunidad”. Con esta meta en el horizonte, el Padre Fundador busca ganarse a los jóvenes, y más tarde a todos sus hijos espirituales, para que se esfuercen en su autoeducación, en medio de un mundo caracterizado por descubrimientos y avances científicos fantásticos, y en cuya dinámica el hombre está perdido porque no es capaz de abarcar los mismos, dado que el desarrollo interior de las personas no ha podido mantener el ritmo del progreso mencionado. 

La solución que nos propone el Fundador es la de educar y autoeducarse para llegar a ser personalidades recias, autónomas y libres, que sepan decidirse por sí mismas y actuar según los principios y valores previamente reconocidos y aceptados. Al ser después consecuentes con los mismos, no seremos esclavos del ambiente, de la ciencia o del progreso, sino, al contrario, estaremos capacitados para encauzarlos y dominarlos en provecho y para el bien de cada uno y de los demás.

El trabajo con los seminaristas avanzará en los meses sucesivos. Basándose en la tradición de los jesuitas, el Padre Kentenich y los estudiantes fundaron en el seminario, después de un año de experiencias comunitarias (1913), una congregación mariana en la que los jóvenes desarrollarán en total libertad sus capacidades y pondrán en juego sus anhelos y fuerzas juveniles para prepararse como futuros misioneros palotinos. Con este fin buscaba y promovía el Padre Kentenich la autonomía e iniciativa de los estudiantes. En la charla mencionada se lo explicaba de esta forma: “Nosotros queremos, no yo. Porque en este sentido no haré nada, absolutamente nada, sin el pleno consentimiento de ustedes. No se trata aquí de un trabajo pasajero, sino que de una estructura que sirva para todas las generaciones futuras”.

Desde aquel día la meta pedagógica quedará definida, no sólo para los primeros congregantes sino para todos los miembros de la Familia de Schoenstatt: “Queremos aprender a educarnos bajo la protección de María como personalidades recias y libres”.

     

lunes, 15 de septiembre de 2014

El hombre nuevo en la comunidad nueva


En su anhelo de dar a conocer la persona del Fundador de Schoenstatt, el Padre Boll inicia su andadura mostrando algunos rasgos característicos del talento pedagógico del Padre Kentenich, comenzando con la idea del “hombre nuevo y de la comunidad nueva”. Palabras familiares para los miembros del Movimiento, dado que las mismas son el enunciado del primer y fundamental fin o meta de Schoenstatt. 
(Añado para los que se acercan por primera vez a la figura del Padre Kentenich que este “hombre nuevo” tiene en Schoenstatt tres características distintivas: es un hombre libre; es un hombre anclado “en el más allá”, y es un hombre comprometido históricamente con los hombres y con el mundo.)

En el texto del capítulo que comento captamos que esta idea no fue el resultado de una elaboración teórica, propuesta o enunciado de una posible meta para el Movimiento, sino que fue una “idea innata” regalada por Dios al Fundador ya en sus años de niñez y juventud. Está claro que el niño Kentenich no hubiera podido expresar de forma reflexiva estas palabras, pero sí es cierto que esta imagen vivía en lo más profundo de su alma. Será después, pasados los años, cuando se muestre con toda claridad en su labor pedagógica.

Él mismo lo explicará en unas reflexiones que hizo para su comunidad más cercana y que el Padre Boll trae al libro que comento: “Es conocido que ya en mi niñez tenía ante mis ojos el ideal del hombre nuevo y de la comunidad nueva, que se orienta siempre hacia el nuevo horizonte de los tiempos sin por ello cortar el contacto con el pasado. Al principio la idea vivía en mí en unos contornos muy generales. Pero año tras año fue tomando cada vez más una forma concreta, que se arraigó fuertemente en mí a través de las circunstancias del nuevo tiempo. Cuando recibí el encargo pedagógico – fue en el año 1912 – pude iniciar ya mi trabajo con planes ya preparados. Más tarde lo llamé “idea innata”. …… Innata no en el sentido filosófico, normal, sino desde el punto de vista pedagógico. Esto es: la misma no había sido tomada en su totalidad de alguien en concreto, sino que creció en mí a partir de mis observaciones sobre mí mismo y sobre los demás, sin influencia de otros maestros o sistemas. Se trató siempre del ideal del hombre nuevo en la comunidad nueva con un sello apostólico universal”
O sea, se trata de algo que Dios puso en el alma del joven José Kentenich para que, según dirá él mismo años después, pudiera llegar a ser “padre” de muchos “en la fe”. Esa paternidad comienza a manifestarse con el encargo de “Director Espiritual” en el año 1912. En ese momento “él ya estaba listo”.

“Año tras año fue tomando una forma concreta”: a este conocimiento llegaría el Padre Kentenich a través de sus vivencias como niño en un pequeño pueblo alemán - adonde se vivía el inicio de un cambio cultural por la cercanía pujante del mundo industrial -, a través de su experiencia escolar, por la destacada actitud pasiva asignada al educando y la total carencia de vínculos entre el educador y los educandos, y entre ellos mismos, y por último a través de los problemas de salud y de la propia crisis juvenil que sufrió el mismo Kentenich en el seminario. Al referirse a estas experiencias el Fundador dice: “No hubo ninguna persona (terrena) que ejerciera una influencia personal en mí, durante todos mis años de formación. Sólo María fue mi educadora”.

Lo que vivía en su corazón como gracia y desafío se mostrará con el tiempo en una misión y carisma para regalarlo a los demás. El Padre Kentenich lo vivirá personalmente con ocasión de la primera charla que dio el 27 de octubre de 1912 como Director Espiritual a los estudiantes palotinos que le habían sido encargados: el mundo que él poseía en su interior se muestra por primera vez en público y comienza a ser efectivo pedagógicamente, penetrará la totalidad de las vidas de sus educandos. 
El Fundador lo explica así: “Es de gran importancia saber que el mensaje que yo trasladé entonces a los jóvenes con una cierta solemnidad puso también de manifiesto en líneas generales el sentido de mi vida. Se trata por tanto no sólo de un acontecimiento importante para la historia de la Familia sino también para mi propia historia de vida”. El don que recibió el Fundador, la “idea innata” regalada por Dios,  será la misión de su fundación para todos los tiempos: de la mano de María educar al hombre nuevo y formar la nueva comunidad.


lunes, 8 de septiembre de 2014

Padre José Kentenich - una personalidad de fundador


Transformado por el encuentro personal con el Padre Fundador y en la fuerza de ese encuentro, el autor del libro que comento profundizará en el mundo espiritual de esta gran personalidad que Dios puso en su camino. A ello contribuirá también un continuado estudio de los escritos  del Padre Kentenich y una cuidada reflexión en la comparación entre el mundo espiritual de Schoenstatt y su Fundador con las demás corrientes de pensamiento y posiciones en la sociedad y en la iglesia.

“En este libro se trata no tanto de una descripción de algunos aspectos de la personalidad o de la actividad del Padre Kentenich en una secuencia biográfica cronológica, se intenta más bien captar toda su figura y poner de manifiesto el significado de su misión.” Así resume el Padre Boll su propósito de llevar al libro los aspectos más importantes de la persona y de la misión del Fundador. Con ello invita a los futuros lectores a comprender cómo Dios llamó y preparó al Padre Kentenich con vistas a realizar sus planes de regalar a la Iglesia un nuevo movimiento de renovación eclesial.

La tarea propuesta no es fácil; el Padre Boll utilizará también, como lo hizo el Fundador en alguna ocasión, la figura de la esfera para explicar la complejidad de abarcar completamente la vida y misión de la personalidad de fundador. Cuando se contempla una cara de la esfera, quedan escondidas las otras partes de la misma. El intento de buscar la totalidad exigirá paciencia y tiempo; habrá que girar poco a poco la misma. Solamente la visión conjunta de todos los puntos de vista puede descubrir el todo.

Para llevar a cabo su propósito dividirá el libro en dos partes importantes: en la primera nos hace llegar en cinco capítulos diversas facetas de la persona del Fundador y de su actuación. Se trata ante todo de tres características que marcan inconfundiblemente su figura: la primera será su talento y dotes pedagógicas, y junto a ella su apertura ante el Dios de la vida con su acentuada disponibilidad para dejarse conducir por ÉL en una activa fe en la Divina Providencia. Luego nos hablará de su relación personal con María y del profundo amor a ella, que ya desde niño marcó la vida y la actuación del Fundador. Son tres aspectos que forman parte de una unidad orgánica, pero que son tratados por separado en el intento de plasmar mejor la personalidad del Padre Kentenich y a través de ésta las características de su fundación, el Movimiento de Schoenstatt. Fundador y fundación fueron y serán siempre una misma cosa.

En el siguiente capítulo nos hablará de una cuarta faceta del Fundador: el desarrollo de la espiritualidad tridimensional de Schoenstatt y su originalidad: la forma de vivir la fe en Cristo de los schoenstattianos, en un esfuerzo por la santidad de la vida diaria, con una espiritualidad de instrumento y en una espiritualidad de alianza. Y finalmente se esfuerza por traer a sus lectores algo fundamental para poder captar la forma y el método del pensamiento del Padre Kentenich. Esta materia la tratará en el capítulo quinto bajo el título de “Visión orgánica del mundo”.

En la segunda parte del libro podremos finalmente profundizar en el concepto pedagógico del Padre Kentenich. Con ello el Padre Boll nos anima a reconocer o conocer mejor la misión del Fundador y de llevar sus anhelos principales a nuestro diálogo con el mundo de hoy.           


lunes, 1 de septiembre de 2014

El encuentro personal

No hay experiencia humana más hermosa y plena que el encuentro personal con un tú. ¿Puede el lector recordar alguna vivencia parecida en su vida? Si es así, recordará también que en ese preciso instante el otro, el tú, no hablaba, sólo escuchaba; él estaba allí plenamente para mí, y yo notaba que mi persona era lo más importante para él. Y entonces puede surgir una cercanía espiritual entre ambos, que no necesita ser tematizada ni analizada. Es “el encuentro”. Me parece que estos encuentros personales son las pequeñas profecías del encuentro definitivo con el TÚ con mayúscula, el encuentro con nuestro Dios en la eternidad.

Esto fue lo que le ocurrió al joven Günther M. Boll cuando se encontró por primera vez con el Padre Kentenich, con el Fundador de Schoenstatt. Tenía veintiocho años. Cuatro años antes el joven Boll había sido expulsado junto con otros compañeros del seminario de los Palotinos con la seria amenaza de que nunca llegarían a ser ordenados sacerdotes. Dejemos que sea el mismo Padre Boll quien nos lo cuente: 

“Como estudiante del noviciado de los Palotinos (a partir de 1951/1952) estuve implicado en  la polémica referente al Padre Kentenich durante el tiempo de su exilio. Muy pronto tuve claridad de que en este asunto se jugaba mucho más que la aclaración objetiva de algunas cuestiones controvertidas. En la historia de salvación se dan siempre momentos en los cuales la misteriosa conducción de la Divina Providencia introduce a las personas en la órbita de una misión divina. El “sí” a esa historia de conducción provocará un ‘cambio de aguja’, un cambio de vía para toda la vida. Para mí el punto culminante de esta conducción fue el encuentro personal con el Padre Kentenich en Milwaukee, en el año 1959. ….. Desde el principio noté que en este encuentro se ponían en juego dentro de mí fuerzas espirituales muy profundas. Yo nunca había experimentado sensación semejante. Desde lo más íntimo de mi ser surgió algo que me movía sobremanera. Exteriormente transcurría todo tranquilamente y sin llamar la atención, pero estaba claro que mi destino estaba en juego. Dios tenía su mano en los acontecimientos.”

El Padre Boll estuvo cuatro semanas con el Padre Kentenich en Milwaukee. El primero llegó al lugar del exilio con muchas preguntas sobre los acontecimientos y sobre la misma vida del Fundador. Este último le dedicó al recién llegado mucho tiempo, varias horas al día. Le posibilitó además el conocimiento de muchos escritos y estudios sobre los temas tratados. Pero lo más admirable fue que con el paso de los días y de las horas la conversación fue cambiando: el joven Boll experimentaba algo especial, algo que le asombró. Con toda naturalidad podía hablarle al Padre Kentenich de temas muy personales; de pronto se dio cuenta que ya no le daba vergüenza hablar sobre sí mismo. Tuvo la seguridad de que el Fundador estaba allí solo para él. Se había producido el verdadero encuentro personal. 
Todo lo acontecido lo explica y resume el Padre Boll en su libro con una anécdota ocurrida en Milwaukee: el Padre Kentenich había recibido a una señora que quería hablar con él. Al final de la conversación el Padre poniendo su mano sobre el corazón le dijo: “Y todo eso  vive ahora aquí”. La señora se lo contó después al Padre Boll; éste consideró la experiencia como propia y vio en el gesto de la mano en el corazón el resumen de sus vivencias. “Al final de las cuatro semanas supe que mi vida había cambiado, y que esta experiencia estaría siempre actuando en mí, y así fue.”

Nos cuenta el Padre Boll en su libro que fue un hermano de comunidad, el Father Jonathan Niehaus (1960-2012), el que le animó a contar en las páginas del mismo lo ocurrido en el primer encuentro con el Padre Kentenich en Milwaukee. Quiero intuir que con este capítulo el autor del libro deseaba además que sus lectores captaran la importancia de los vínculos personales. Desde los comienzos del Movimiento de Schoenstatt fueron estos encuentros personales los que marcaron la vida y el acontecer pedagógico del mismo. Sin estos encuentros no se entendería el “entrelazamiento de destinos” existente entre el Fundador y su séquito. El Padre Kentenich mismo le dijo al Padre Boll que sin estos vínculos personales no sería posible la existencia de Schoenstatt. En el pequeño y desapercibido trabajo de las conversaciones y del acompañamiento espiritual fue creciendo el Movimiento. Por eso el significado de la frase “ante todo mi corazón”, que se pronunció en el origen de Schoenstatt, seguirá siendo el proceso clave y necesario para todo lo que surja en el futuro.



lunes, 25 de agosto de 2014

Contexto histórico (2)

Me llama la atención el hecho de que el Padre Boll al reflejar en su libro el contexto histórico en la vida del Padre Kentenich dedique más atención y espacio a los años de la “visitación apostólica” a Schoenstatt y al tiempo del exilio del Fundador en Milwaukee que al resto de su vida. Quiero entenderlo pensando que el mismo Padre Boll durante esos años tuvo que tomar posición respecto a los temas y posturas que motivaron la polémica en torno a la figura del Fundador y que los mismos repercutieron en su propia vida y misión.

Lo primero fue la visitación apostólica que el obispo de Tréveris Dr. Bernhard Stein realizara a Schoenstatt en febrero del año 1949. En ésta la autoridad eclesiástica pudo estudiar y comprobar los principios schoenstattianos, y lo hizo en la comunidad de las Hermanas de María, primer instituto secular de Schoenstatt y del cual era el Padre Kentenich su director. El informe del visitador da por correcta y buena la fidelidad de Schoenstatt a la iglesia, pero se muestra muy crítico con algunas formas pedagógicas vigentes en el instituto citado, en concreto la fuerte vinculación de las Hermanas a la persona del Fundador y director de la comunidad.

El Padre Kentenich recibe este informe en América del Sur. En el mismo constata la existencia de algunas posiciones de ciertos círculos de catolicismo alemán con las que él no está de acuerdo. Entonces aprovecha la ocasión y escribe desde América la conocida “epistola perlonga” en donde explica sus puntos de vista, enviándola desde Chile a Alemania el 31 de mayo de 1949. La carta no es entendida en los círculos citados y hace que el obispo de Tréveris lleve el asunto a Roma y acuse al Padre Kentenich de ejercer un estilo “dictatorial” y “soberbio”. El resultado de estos hechos es una visitación apostólica de Roma llevada a cabo en el año 1951 por el jesuita Padre Sebastian Tromp SJ. Este dicta su veredicto destituyendo al Padre Kentenich en su función de director  general de las Hermanas de María y enviándole al exilio en Milwaukee/USA (1951 – 1965).

Coincidiendo con el principio de la visitación se da otro asunto del que el Padre Boll es un testigo excepcional (él era entonces novicio de los Palotinos): se trata de la relación entre el Movimiento de Schoenstatt y la comunidad de los Palotinos, comunidad fundada por San Vicente Pallotti. Hay que recordar que pocos años antes los superiores del Padre Kentenich habían decidido que éste se dedicara exclusivamente a la formación y dirección del incipiente Movimiento Apostólico. Sobre la postura del Padre Kentenich en este asunto el Padre Boll escribe: “El Padre Kentenich tiene el convencimiento de que la idea original de Vicente Pallotti para su fundación va mucho más allá que la de fundar una comunidad u orden religiosa. La novedad surgida en Schoenstatt y la interpretación de que este Movimiento fuera la concretización de la idea original de Pallotti, habría sido el motivo de la decisión de sus superiores. Para el Padre Kentenich y su visión adelantada al tiempo el hecho citado revelaría los planes de la Providencia, de los cuales él mismo está convencido durante años: en el Movimiento de Schoenstatt se deben agrupar diferentes grupos y círculos relacionados con el apostolado católico, creciendo la comunidad de los Palotinos como el polo central y motivador del Movimiento (“pars centralis et motrix”)…… El Padre Kentenich intenta durante muchos años que esta comunidad haga suya la espiritualidad del Movimiento de Schoenstatt…..”. Sin éxito.

El protagonismo de las instancias del Santo Oficio en Roma con sus prohibiciones y destituciones de destacados dirigentes del Movimiento de Schoenstatt y la falta de diálogo con el mismo Padre Kentenich, al que nunca se le escuchó durante los años del exilio, como escribe el Padre Boll, llevarán a que se formen opiniones adversas y negativas  respecto al Fundador de Schoenstatt, y a que éste tenga que esperar en su silencio de Milwaukee a que providencialmente se convoque y se celebre el Concilio Vaticano Segundo (1962 – 1965). El mismo Papa Pablo VI decretará la total libertad y rehabilitación del Padre Kentenich, volviendo éste a Schoenstatt en la Navidad de 1965. Allí podrá dedicarse sin limitación alguna a completar su fundación y las diversas comunidades de la misma hasta el fin de su vida en septiembre de 1968.

En el año 1964 se había decretado por parte de Roma la separación entre los Palotinos y Schoenstatt, y en 1965 se fundará la nueva comunidad de Padres de Schoenstatt, que serán a partir de entonces la “pars centralis et motrix” del Movimiento. A ella pertenece desde su fundación el mismo Padre Boll, siendo miembro de la dirección de la misma desde su fundación el 18 de julio de 1965 hasta el año 1998.