lunes, 25 de agosto de 2014

Contexto histórico (2)

Me llama la atención el hecho de que el Padre Boll al reflejar en su libro el contexto histórico en la vida del Padre Kentenich dedique más atención y espacio a los años de la “visitación apostólica” a Schoenstatt y al tiempo del exilio del Fundador en Milwaukee que al resto de su vida. Quiero entenderlo pensando que el mismo Padre Boll durante esos años tuvo que tomar posición respecto a los temas y posturas que motivaron la polémica en torno a la figura del Fundador y que los mismos repercutieron en su propia vida y misión.

Lo primero fue la visitación apostólica que el obispo de Tréveris Dr. Bernhard Stein realizara a Schoenstatt en febrero del año 1949. En ésta la autoridad eclesiástica pudo estudiar y comprobar los principios schoenstattianos, y lo hizo en la comunidad de las Hermanas de María, primer instituto secular de Schoenstatt y del cual era el Padre Kentenich su director. El informe del visitador da por correcta y buena la fidelidad de Schoenstatt a la iglesia, pero se muestra muy crítico con algunas formas pedagógicas vigentes en el instituto citado, en concreto la fuerte vinculación de las Hermanas a la persona del Fundador y director de la comunidad.

El Padre Kentenich recibe este informe en América del Sur. En el mismo constata la existencia de algunas posiciones de ciertos círculos de catolicismo alemán con las que él no está de acuerdo. Entonces aprovecha la ocasión y escribe desde América la conocida “epistola perlonga” en donde explica sus puntos de vista, enviándola desde Chile a Alemania el 31 de mayo de 1949. La carta no es entendida en los círculos citados y hace que el obispo de Tréveris lleve el asunto a Roma y acuse al Padre Kentenich de ejercer un estilo “dictatorial” y “soberbio”. El resultado de estos hechos es una visitación apostólica de Roma llevada a cabo en el año 1951 por el jesuita Padre Sebastian Tromp SJ. Este dicta su veredicto destituyendo al Padre Kentenich en su función de director  general de las Hermanas de María y enviándole al exilio en Milwaukee/USA (1951 – 1965).

Coincidiendo con el principio de la visitación se da otro asunto del que el Padre Boll es un testigo excepcional (él era entonces novicio de los Palotinos): se trata de la relación entre el Movimiento de Schoenstatt y la comunidad de los Palotinos, comunidad fundada por San Vicente Pallotti. Hay que recordar que pocos años antes los superiores del Padre Kentenich habían decidido que éste se dedicara exclusivamente a la formación y dirección del incipiente Movimiento Apostólico. Sobre la postura del Padre Kentenich en este asunto el Padre Boll escribe: “El Padre Kentenich tiene el convencimiento de que la idea original de Vicente Pallotti para su fundación va mucho más allá que la de fundar una comunidad u orden religiosa. La novedad surgida en Schoenstatt y la interpretación de que este Movimiento fuera la concretización de la idea original de Pallotti, habría sido el motivo de la decisión de sus superiores. Para el Padre Kentenich y su visión adelantada al tiempo el hecho citado revelaría los planes de la Providencia, de los cuales él mismo está convencido durante años: en el Movimiento de Schoenstatt se deben agrupar diferentes grupos y círculos relacionados con el apostolado católico, creciendo la comunidad de los Palotinos como el polo central y motivador del Movimiento (“pars centralis et motrix”)…… El Padre Kentenich intenta durante muchos años que esta comunidad haga suya la espiritualidad del Movimiento de Schoenstatt…..”. Sin éxito.

El protagonismo de las instancias del Santo Oficio en Roma con sus prohibiciones y destituciones de destacados dirigentes del Movimiento de Schoenstatt y la falta de diálogo con el mismo Padre Kentenich, al que nunca se le escuchó durante los años del exilio, como escribe el Padre Boll, llevarán a que se formen opiniones adversas y negativas  respecto al Fundador de Schoenstatt, y a que éste tenga que esperar en su silencio de Milwaukee a que providencialmente se convoque y se celebre el Concilio Vaticano Segundo (1962 – 1965). El mismo Papa Pablo VI decretará la total libertad y rehabilitación del Padre Kentenich, volviendo éste a Schoenstatt en la Navidad de 1965. Allí podrá dedicarse sin limitación alguna a completar su fundación y las diversas comunidades de la misma hasta el fin de su vida en septiembre de 1968.

En el año 1964 se había decretado por parte de Roma la separación entre los Palotinos y Schoenstatt, y en 1965 se fundará la nueva comunidad de Padres de Schoenstatt, que serán a partir de entonces la “pars centralis et motrix” del Movimiento. A ella pertenece desde su fundación el mismo Padre Boll, siendo miembro de la dirección de la misma desde su fundación el 18 de julio de 1965 hasta el año 1998.


lunes, 18 de agosto de 2014

Contexto histórico (1)

Después de leer las primeras páginas del libro y repasar el índice me doy cuenta que el Padre Boll no quiere escribir una biografía del Padre Kentenich, ni siquiera pretende aportar una exposición científica y detallada de su espiritualidad; en el fondo trata sólo de dar un testimonio de todo aquello que él pudo apreciar y constatar de la vida y misión del Fundador de Schoenstatt desde el primer momento en que se conocieron en el año 1959.

Por eso, al presentar el contexto histórico en la vida del Fundador, el Padre Boll no se detiene en los datos biográficos de su niñez y juventud, ni siquiera en el tiempo de su formación al sacerdocio. Podemos leer, eso sí, cómo fueron los inicios del Movimiento desde que el P. Kentenich fue nombrado director espiritual de los estudiantes palotinos en Schoenstatt en el año 1912, cómo creció el Movimiento en Alemania después de la primera guerra mundial y cómo durante la década de los años 1930 y 1940 el Padre Kentenich recibía en Schoenstatt a miles de sacerdotes del clero alemán que asistían regularmente a los ejercicios espirituales que él mismo impartía en la “casa de ejercicios” que el Movimiento construyó en Schoenstatt y que es conocida como la Bundesheim (Casa de alianza). En las diócesis católicas alemanas creció así el Movimiento, ayudado por la influencia de los párrocos que veían en los miembros del mismo una entrega apostólica importante y desinteresada.

Por otra parte con la llegada a Alemania del poder nazi, éste consideró a Schoenstatt y a su fundador como uno de los más peligrosos enemigos del régimen, por lo que muchos sacerdotes schoenstattianos y también el mismo Padre Kentenich acabaron en los campos de concentración, este último en el de Dachau, de donde providencialmente salió con vida en el año 1945.

Es interesante constatar, como bien describe con toda sinceridad y fidelidad el Padre Boll, que para el Fundador de Schoenstatt el futuro de su obra no estaba en Alemania, por lo que pronto inició una serie de viajes por el mundo para llevar a otros países la buena nueva de Schoenstatt. Boll escribe: “Su encuentro (el del Fundador) con la mentalidad latina le permite captar con exactitud las diferencias entre la espiritualidad que existe en América del Sur y la de Alemania. La apertura y la capacidad de entender a Schoenstatt y a su espiritualidad en los pueblos latinos son para él como una revelación: las dificultades que Schoenstatt encuentra en Alemania tienen esencialmente que ver con la “mentalidad germana”, tal como se ha desarrollado allí también en los círculos de iglesia, en último término debido a la reformación protestante. Las resistencias inacabables contra una devoción marcadamente mariana son el resultado de esa forma de pensar y de vivir racionalista.” Hasta aquí el Padre Boll.

La dedicación del Padre Kentenich en los países de la América latina durante los años 1947 y 1951 será determinante para el crecimiento del Movimiento de Schoenstatt en esta región y posteriormente en el mundo. Sólo en contadas ocasiones regresa al lugar de Schoenstatt en Alemania, en donde tiene que constatar que en muchos círculos de la iglesia alemana están surgiendo críticas ante la orientación mariana y pedagógica del Movimiento. Por este motivo el Fundador cree oportuno solicitar al obispo de su diócesis que mande a Schoenstatt una comisión para hablar sobre los diferentes temas. Él deseaba que su movimiento tuviera una aprobación sin reservas de la autoridad eclesiástica.

En mi próxima entrada reflexionaré sobre lo ocurrido a partir de febrero de 1949 con la visitación episcopal en Schoenstatt y todos los acontecimientos posteriores.
El autor de este libro, G. Boll, acababa de conocer por esas fechas la juventud masculina del Movimiento y deseaba entrar en el noviciado de los Palotinos para desde allí, como sacerdote,  servir a los fines y a la misión del Movimiento. El Padre Boll tenía entonces 18 años.


lunes, 11 de agosto de 2014

En un cambio de época

El Padre Boll escribe sobre el Fundador de Schoenstatt, Padre José Kentenich, como pedagogo y fundador. No es de extrañar que ya al comienzo de su libro nos hable del contexto histórico en el que su personaje vive y actúa. Pero me doy cuenta que él va aún más allá: nos llama la atención de que el cambio de época, el final de un tiempo y el amanecer de otro en nuestros días es algo que tiene mucho que ver con los planes que la Divina Providencia tenía con el Fundador y tiene con su familia espiritual, el Movimiento de Schoenstatt. Schoenstatt y su misión no se entenderían sin tener conciencia del cambio de época que nos toca vivir.

En una de las primeras páginas de su libro el Padre Boll escribe: “La vida y la obra del Padre Kentenich se dan en un tiempo de cambios profundos. En todo el mundo se han difuminado tradiciones que existían desde hace siglos y milenios, los cambios sociales enfrentan al hombre ante inusitados desafíos. Este desarrollo va unido por una parte al nacimiento de nuevos valores como democracia, independencia y sobre todo la libertad, no solo para la persona como individuo sino también para toda la sociedad. Por otra parte, esto ha traído consigo para amplios círculos un desarraigo psíquico, miedo e inseguridad; el ambiente que garantizaba orientación y sustento ha desaparecido. La iglesia ha sido arrastrada en esta crisis universal, busca nuevos caminos para transmitir a las personas una posición segura en la fe y una renovada fuerza espiritual. Para muchos este cambio tan radical ha llegado violentamente, de forma súbita y sin preparación alguna, por lo que experimentan todo ello como un descalabro. Se tardará bastante en entender que tal “cambio de escena” no es una catástrofe sino una transformación del semblante de la iglesia en una nueva forma de conformar y transcender el mundo.

Yo mismo tengo a veces la tentación de quejarme por el descalabro que veo a mi alrededor, a veces me preocupa, otras me subleva y las menos me llevan a considerar aquella frase del Génesis (1,31) que dice: Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno”, y que esa mirada y ese pensamiento se refieren también al aquí y ahora, a nuestro tiempo.
        
Ya desde el momento de la fundación del Movimiento, el 18 de octubre de 1914, el Padre Kentenich lo tenía claro. Aquel día dijo a los primeros congregantes: “se acerca con pasos gigantescos un tiempo nuevo”. Más tarde, en el año 1939 escribía: “Todos nos damos cuenta de que estamos ante una catástrofe mundial y ante un cambio radical de los tiempos …”. Y en el 1942 aquello otro tan conocido de: “Muéstranse en el horizonte, reconocibles lenta pero claramente, las grandes líneas de la estructura de un nuevo orden mundial: el mundo antiguo está en llamas.”
Los estudiosos en Schoenstatt recordarán también los textos sobre este tema de la Carta de Nueva Helvecia de 1948 y de la Carta de Octubre de 1949. En los mismos el Padre Kentenich señala a nuestra Madre y Reina María como la vencedora en esta crisis. Ella, la colaboradora permanente del Salvador en toda la obra redentora, quiere redimir este nuevo tiempo y nos invita a seguirla, y a que crezca en nuestros corazones el anhelo de redención de todo nuestro tiempo. Este anhelo acompañó al Padre Kentenich hasta el final de sus días.

Consecuentemente el Padre Boll nos invita en estas primeras páginas del libro a mirar al cambio de época y a los tiempos actuales con la mirada de Dios y a valorar la persona del Fundador de Schoenstatt en su misión para construir la iglesia de las nuevas playas. Sin esta mirada no llegaremos a captar convenientemente la figura del Fundador.


El Padre Kentenich mismo nos recuerda una vez más en uno de sus escritos: “Así creció en nosotros una marcada conciencia de historia, es decir la convicción de una misión creadora de historia de Schoenstatt para la realización de una visión claramente definida del futuro, convicción que emana de una profunda y providencialista interpretación de la historia.” Para nuestra vida privada, comunitaria y social sabemos que la interpretación de las voces del tiempo es una de las fuentes fundamentales para conocer en todos los campos la voluntad de Dios.


lunes, 4 de agosto de 2014

El libro y su título

Tengo sobre mi mesa el último libro del Padre G. Boll que la editorial alemana “Patris Verlag” publicó a finales del año 2012. Se trata de una excelente edición con los textos y reflexiones que nuestro querido P.Boll fue guardando en su corazón desde aquel su primer memorable encuentro con el Padre Kentenich, fundador de Schoenstatt, en Milwaukee/USA, a finales de los años cincuenta. Era entonces el tiempo del exilio del fundador. El Padre Boll cuenta que “la impresión de su personalidad y su influencia constante fueron tan fuertes que marcaron toda mi vida”

El libro se publica como regalo agradecido al fundador por el centenario de su actuación pedagógica en aquel histórico día 27 de octubre de 1912. Se trata de ofrecer al lector una nueva posibilidad de captar la originalidad de la persona del fundador de Schoenstatt y su valioso aporte para delinear y desarrollar un nuevo rostro de la iglesia del mañana. Es un libro que habla de José Kentenich como pedagogo y fundador carismático de un nuevo Movimiento de la Iglesia de nuestros días. Son pensamientos que nos tocan a nosotros, los hijos de Schoenstatt, pero que quieren ir más allá, desean regalar a los demás miembros de nuestra iglesia una visión más cercana del Padre Kentenich.

Me llamó la atención desde el primer día que tuve el libro en mis manos el título del mismo: “… vor allem mein Herz – Joseph Kentenich – Pädagoge und Gründer”.     En español: “… ante todo mi corazón – José Kentenich – Pedagogo y fundador”. La frase que la editorial destaca en la portada del libro “… ante todo mi corazón” me hizo pensar.

El que conoció al Padre Boll sabe que su corazón de hijo latía de forma especial por el padre que la Divina Providencia le regaló en la persona del Padre Kentenich. Su amor filial hizo que durante todos los años de su vida intentara captar la inmensa riqueza de la personalidad del fundador para poderla dar a su vez a los que Dios puso en su camino de educador de nuevas generaciones en la comunidad de los Padres de Schoenstatt y en nuestro Instituto de Familias de Schoenstatt. El Padre Boll mismo dice que, en definitiva, se trataba de un intento que debía acometer, en último término como agradecimiento al Fundador y al mismo Dios por todo lo recibido. Así que me imaginé al autor del libro manifestando públicamente los sentimientos de su corazón. El corazón del hijo que le dice al padre: "... ante todo mi corazón".

Los que conocemos la historia de Schoenstatt sabemos que el Padre Boll toma estas palabras de la primera charla que el Padre Kentenich, entonces joven sacerdote, dirigió en su primera reunión a los chicos del internado de los Palotinos que le habían sido encomendados como padre espiritual. Fue el 27 de octubre de 1912. Entonces les dijo entre otras cosas: “Yo me pongo enteramente a su disposición, con todo lo que soy y tengo; con mi saber y mi ignorancia, con mi poder y mi impotencia, pero, ante todo, les pertenece mi corazón.” Este ofrecimiento del padre espiritual captó los corazones de los jóvenes. El Padre Boll nos dice que esta actitud marca como una melodía básica toda la personalidad del Padre Kentenich hasta el final de sus días, y encuentra un reflejo de la misma en toda la espiritualidad y pedagogía de Schoenstatt. Es también la actitud básica de todo educador.

Tengo que reconocer finalmente que al leer el título referido tuve la intuición de que una mano femenina tenía algo que ver con el mismo. Y he aquí que el mismo Padre Boll confirma mi intuición y me revela el secreto en la página 342 del libro. En la misma agradece de una forma especial a Monika Arndt, esposa de un matrimonio miembro del Instituto de Familias de Schoensatt, por su colaboración práctica e inspirativa durante toda la preparación de los textos publicados; la forma y el contenido del libro se fueron concretando en múltiples conversaciones entre los dos. En uno de estos intercambios, reconoce expresamente el P. Boll, surgió la idea de poner al libro el título: “ … ante todo mi corazón”. ¡Gracias, Monika, fue una buena idea!

En las próximas semanas traeré a este Blog los pensamientos que me sugiera la lectura de los diferentes capítulos del libro. Me atrevo a invitar a mis lectores a que completen con sus comentarios y aportaciones lo que falte en mis futuras reflexiones. Gracias.