lunes, 29 de diciembre de 2014

María, colaboradora permanente de Cristo

Cruz de la Unidad
Si en las dos últimas semanas comentamos uno de los pilares fundamentales de la imagen dogmática que el Fundador de Schoenstatt tenía sobre la Santísima Virgen – la Inmaculada -, hoy nos plantea el Padre Boll en su libro un segundo aspecto importante de esa imagen. Se trata de aquello que animó al Padre Kentenich a resumir y condensar en una última raíz todas las características y bondades que se le atribuyen y adornan a María en la tradición y en el sentir del pueblo cristiano.

El Padre Boll recuerda que en las primeras décadas del siglo pasado surgió una corriente teológica en Alemania que tenía como meta descubrir en la mariología lo que se llamó el “principio fundamental”.  El Padre Kentenich se mueve también en esta corriente de pensamiento, pero a su manera. Mientras que los demás teólogos buscaban una construcción lógica de la que se pudieran derivar los diferentes aspectos y facetas de la Santísima Virgen, para el Padre Kentenich con su mentalidad “orgánica” se trataba de algo mucho más vital. Para él María, con la plenitud de gracias recibida de Dios, no se encuentra sola, el sentido de su existencia es Cristo. La biunidad entre Cristo y María.

Esa unidad entre Cristo y María la resumía teológicamente el Padre Kentenich en la conocida frase: María es la “Compañera y colaboradora permanente de Cristo en toda la obra redentora”. La palabra “compañera” significa que Ella estaba y está unida profunda e íntimamente con Cristo mediante una alianza de amor especialísima y original.  “Colaboradora” significa: aunque la Santísima Virgen es sólo una persona humana, sin embargo fue elegida por Dios de forma especial para ayudar al Redentor en forma decisiva desde su condición y característica de madre y mujer. Es en esta perspectiva cómo se puede captar mejor la imagen teológica global del Fundador de Schoenstatt sobre María, para el cual la Madre de Jesús estaba siempre presente en todo.

"Cruz de la unidad" regalada al Santo Padre por un grupo
argentino de "Madrugadores" de Schoenstatt
Consecuentemente María se presenta ante nosotros con la plenitud de gracias recibida no como persona individual: Ella fue creada en razón a Cristo, para servirle a Él y a su obra, el sentido de su existencia es Cristo mismo. Ella es la mujer configurada por Cristo y configuradora de Cristo. En el centro está Cristo, y todo se refiere a Él
y de Él proviene todo. A su lado estuvo desde el principio y está siempre María, su Madre, nuestra Madre en la fe.

Su presencia permanente al lado de Cristo culmina en el calvario, en el momento crucial y definitivo de la obra redentora de su Hijo. “Stabat Mater”,  junto a Juan, el discípulo amado, estaba Ella plenamente unida a su Hijo. En la hora más significativa del dolor redentor de Cristo, éste pronunció aquella palabra crucial que resume la vocación última de María en la obra redentora del Hijo: “¡Eh ahí a tu Madre!” Madre de Juan y madre y educadora nuestra para siempre.

Imagen de un Santuario hogar de Schoenstatt
A finales de los años cincuenta del siglo pasado, todavía en vida del Padre Fundador, surgió entre los sacerdotes chilenos pertenecientes al Movimiento de Schoenstatt la idea de plasmar en una imagen esta biunidad de Cristo y María. De allí recibimos la “Cruz de la unidad” que encierra en sí todo el sentir mariológico del Padre Kentenich, y que ha llegado a ser con los años una expresión especial de la espiritualidad mariana del Movimiento de Schoenstatt en todo el mundo.

lunes, 22 de diciembre de 2014

Un estilo de vida "mariano" (¿?)

Al leer lo escrito por el Padre Boll respecto a las consecuencias pedagógicas del dogma de la Inmaculada me han venido a la mente algunas imágenes de las calles y plazas de nuestras ciudades modernas y la forma de vestir de muchas personas de nuestro tiempo. Contemplo los pantalones vaqueros superpitillo con roturas y/o con desgastado de New Look o aquellos otros bien ajustados al cuerpo de la mujer que lucen muchas de nuestras jóvenes y otras no tan jóvenes. Algún gurú de este sector comercial ha dicho que “la moda es la manada” pero que lo interesante es hacer lo que a uno le de la gana, sin olvidar también que “la moda reivindica el derecho individual de valorizar lo efímero”.

Hablar y escribir en este ambiente sobre un “estilo de vida mariano” me parece bastante atrevido. La pregunta que me hago es: ¿habrá alguien que lo entienda?, o incluso ¿y este tema a quién le puede interesar? Aun en el supuesto de provocar en los lectores alguna reacción inesperada, quiero, de la mano y pluma del Padre Boll, referirme a un tema importante para el Fundador de Schoenstatt, Padre Kentenich: la imagen del hombre redimido.

El Padre Kentenich estaba convencido de que la imagen de la Inmaculada nos fue dada para salvar la dignidad del hombre. Él se preguntaba: “¿No es llamativo que la idea del hombre colectivista haya aparecido en la literatura simultáneamente a la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción?”  En su anhelo pedagógico enseñaba que los dogmas no son decisiones vacías de contenido.  “Son puntos de apoyo que nos brindan firmeza y seguridad en la vida, tanto para su trasmisión como para su desarrollo”. Por el dogma de la Inmaculada llegamos a tener más luz respecto a la imagen del hombre plenamente redimido y también se nos mostró la dirección y la meta para todas las luchas y aspiraciones humanas.

En este sentido comprenderemos mejor que para el Padre Kentenich toda delicadeza y magnanimidad, toda actuación franca, leal y llena de espíritu, y todo lo auténtico y noble en el ser humano, tiene, y mucho, que ver con María. De ahí que surgiera entre los hijos e hijas del Fundador el adjetivo “mariano” para clarificar todo lo referido a la forma de estar y de comportarse, la forma de vestir y de comer y de todas las demás actividades diarias propias de la persona humana. Todo ello es consecuencia de que los que aspiran a ese estilo se han tomado en serio la realidad de la Inmaculada. Es algo que no se encuentra en los libros de mariología, y que incluso para el Padre Boll fue al inicio de sus relaciones con el Fundador algo difícil de comprender.

Él reconoce que al estar y convivir con el Padre Kentenich tuvo la oportunidad de captar lo que al inicio era difícil de entender, lo que en verdad era y es una persona “mariana”. En el Fundador experimentó a un hombre con una destacada delicadeza de espíritu, como si hubiera superado en parte  el desgarro y las rupturas interiores propias de la naturaleza caída. En su persona, en la armonía de su forma de pensar, querer y sentir, pudo Boll llegar a tener una idea sobre el ser y actuar de María.

En sus reflexiones, el Padre Boll entiende que para muchos sea algo difícil poder hablar así de la Inmaculada, y que todos estos pensamientos superen al hombre actual. Sin embargo en la cercanía del Padre Kentenich pudo él experimentar que la Inmaculada no es algo raro y sin sentido para el pensar moderno. Aunque es verdad que la Inmaculada como ideal de vida nos parece algo inalcanzable, también es cierto que si contemplamos de forma respetuosa toda nuestra naturaleza humana y la elevamos, toda ella, a la realidad de Dios y de su gracia, entonces sentiremos que la Inmaculada no es algo tan elevado y fuera de nuestro alcance.

Con todo ello el Padre Kentenich nos invita a descubrir en nosotros ese anhelo propio del ser humano de llegar a ser hombre en plenitud, en el que todo – cuerpo y alma – está unido de forma armónica y plena. Es el hombre de un pensar, amar y vivir orgánico, que ayudado por una educación de Inmaculada experimenta en sí  mismo la interacción armónica de la naturaleza y de la gracia, superando así las consecuencias negativas del pecado original.

La fuerza de atracción de un cristiano viene hoy dada por un estilo de vida humano orgánico que convenza y no tanto por solemnes declaraciones, por muy interesantes que estas sean. Los miembros de los institutos de Schoenstatt, como hijos cercanos al Fundador,  con otros miembros del Movimiento, llaman a ésto “un estilo de vida mariano”

lunes, 15 de diciembre de 2014

La Inmaculada en la labor pedagógica del Padre Kentenich

Continuando con las reflexiones del Padre Boll sobre la imagen que el Fundador de Schoenstatt tenía sobre la Santísima Virgen quiero destacar hoy las consecuencias que el dogma de la Inmaculada ha tenido para la persona y para la pedagogía del Padre Kentenich, y consecuentemente para la orientación pedagógica de toda su familia de Schoenstatt.

Al Padre Kentenich no le bastaba tener claro lo que el dogma definió en este caso sobre María, él fue más allá: La Santísima Virgen como Inmaculada no era para él un modelo inalcanzable, al contrario, Ella por ser Inmaculada tiene una misión especial para la humanidad. De ahí su convencimiento de que toda persona que se vinculara a la Madre de Dios experimentaría su ayuda para ir siendo cada vez más, como Ella, una persona orgánica que vive en armonía con Dios y consigo misma.  Porque para el pedagogo Kentenich el hombre solo se puede desarrollar como persona en plenitud si la naturaleza y la gracia están en armonía.

El Padre Boll constata en los múltiples contactos personales del Fundador con sus hijos espirituales el esfuerzo de éste por desarrollar la personalidad de cada uno en esa dirección. Desde su convencimiento de que Dios había realizado una sola vez, en María, su sueño sobre la persona humana, aconsejaba que toda pedagogía debiera estar encaminada a contribuir a que se restableciera esa unidad armónica en el educando en tanto fuera posible. Y así fue como en Schoenstatt se desarrolló una “educación-de-inmaculada” que pretende ayudar a vencer con la gracia la ruptura del pecado original en el hombre, construyendo sobre la base de una naturaleza humana sana que  contribuya así al desarrollo de la persona en plenitud armónica como Dios la había pensado desde toda la eternidad.

Sabemos de la facilidad que el idioma alemán ofrece para la construcción de nuevas palabras. El Padre Kentenich hacía uso abundante de esta posibilidad. En el contexto de las reflexiones sobre la Inmaculada y la persona humana que venimos comentando, encontramos un término que él acuñó y es hoy conocido entre los schoenstattianos: “persona-inmaculada” (“Immaculata-Mensch”).  ¿Qué caracteriza a esta “persona-inmaculada”? El Padre Boll nos cuenta cómo en el trato con la persona del Fundador fue descubriendo ese significado. El Padre Kentenich reflejaba en su persona de forma muy natural esa unión entre lo natural y lo sobrenatural.

Él tenía claro que Dios había creado al hombre tal como es, con cuerpo y alma. Naturaleza y gracia han sido creadas por Dios y ambas se influyen mutuamente. Su tesis era: “Primero hombre, después cristiano y consecuentemente hombre en plenitud”. En la educación de la persona humana es la Inmaculada el modelo, la guía y la meta. En este sentido “inmaculada” significa que todo lo humano y lo natural, lo corporal y sexual debe ser incorporado en el ámbito de la gracia, porque todo procede de Dios. Cuanto más crezca la persona en el mundo de la gracia, tanto más crecerá ella sana y armónica en toda su naturaleza. Ese era el sueño y esa sigue siendo la meta pedagógica que el Padre Kentenich tenía para todos sus hijos.    

lunes, 8 de diciembre de 2014

La imagen de María: Ella es la Inmaculada

(Nota previa: 
Providencialmente debo comentar hoy parte del capítulo que el Padre Boll dedica a los principios más importantes de la mariología del Fundador de Schoenstatt, en este caso la Madre de Dios como la Inmaculada. Y al hacerlo, me siento en la obligación de traer al recuerdo de muchos de mis lectores la figura del predecesor del Padre Boll en las tareas de Asistente Espiritual del Instituto de Familias de Schoenstatt, el que fue padre espiritual y educador de muchos de los matrimonios que pertenecen a las generaciones fundadoras de este instituto, al Padre Rudolf Mosbach de la comunidad de los Padres de Schoenstatt, que falleció el 6 de noviembre de este año a la edad de 93 años. 
Su dedicación en Schoenstatt le llevó a una vinculación muy profunda con el Padre Kentenich, con su persona, su espiritualidad, su  misión de vida y con su Familia de Schoensatt. Todos los que le conocimos, recordamos su esfuerzo por llevarnos y llevar a muchos otros a una vinculación personal con el Padre Kentenich, a dar a conocer su espiritualidad y así servir a todo el Movimiento de Schoenstatt en el sentir y querer del Fundador. ¡Descanse en paz, y que  siga siendo fuente de inspiración para todos nosotros!
Justamente en este sentido pienso en tantas reuniones y conferencias del Padre Mosbach con el tema de la INMACULADA. Valga recordar, para los que le conocieron y fueron sus hijos espirituales, las innumerables citas de la “Jornada de octubre de 1950” del Padre Kentenich y también sus meditaciones y reflexiones a partir de los aforismos del librito “María, signo de luz”. Por su boca hablaba el Padre Fundador. ¡Gracias, Padre Mosbach! ¡Mi esposa y yo le agradecemos públicamente todo lo que hizo en los tiempos de nuestra formación en el Instituto!)



La imagen de María: Ella es la Inmaculada

Hoy, el tema del libro que comento nos lleva a una primera consideración sobre la imagen de María como Inmaculada, imagen que el Padre Kentenich legó a todos sus hijos y que es un principio fundamental de su mariología.

El Padre Boll lo expresa así: “María como Inmaculada se presenta ante nosotros como la persona concebida sin pecado original. Aquella que es desde el primer momento de su existencia “la llena de gracia”. María es la persona plena tal y como el Creador lo había pensado para sus criaturas, el prototipo de la persona en la que la naturaleza y la gracia están entrelazadas de una forma armónica y plena. Ella está siempre y totalmente abierta para Dios y su voluntad, anclada y cobijada plenamente en lo divino, y a la vez plenamente humana, totalmente natural. El entendimiento y la voluntad, el sentimiento y el espíritu están vinculados de forma armónica. Ella es el sueño de Dios sobre el hombre pleno y redimido.”

En las conversaciones que tuvo el Padre Boll con el Fundador pudo captar poco a poco lo que la Santísima Virgen como Inmaculada suponía en concreto para el Fundador, las consecuencias derivadas de esta convicción para su propia vida y para su actuación como educador. Boll confiesa que nunca hasta entonces había encontrado a teólogo alguno que hubiera tomado tan en serio el dogma de la Inmaculada, a ningún teólogo que hubiera tenido tan claro los efectos antropológicos del pecado original como el Padre Kentenich. Él había captado en toda su amplitud lo que significa estar marcados por ese pecado; se refería a él diciendo: “Una ruptura o desgarro atraviesa todo nuestro ser”. Todos nosotros padecemos esa ruptura interna en la separación del cuerpo y del espíritu y alma, en la separación o incoherencia entre mente y corazón, entre vida divina y vida humana natural. Incluso los cristianos ya bautizados y redimidos por Cristo cargamos hasta el fin de nuestras vidas con esa pesada carga.

María, la Inmaculada, está ante nosotros como la “gran señal”, como aquella que al nacer sin el pecado original se vio liberada consecuentemente de las consecuencias del mismo. Ella es la persona plenamente redimida a la que todos aspiramos desde lo más profundo de nuestra alma. Ser aquella persona en lo que lo natural y lo sobrenatural estén orgánicamente entrelazados.

(Continuará el próximo lunes)

lunes, 1 de diciembre de 2014

La imagen de María en Schoenstatt - El Santuario

Las reflexiones que se hace el Padre Boll en los siguientes capítulos de su libro están centradas en la imagen de María del Padre Kentenich, en su piedad mariana y en su mariología. Sabemos que a partir de esta imagen ha ido creciendo una espiritualidad mariana en la familia schoenstattiana que se destaca por su originalidad en la Iglesia de hoy.

Comienza haciendo referencia al Santuario, al lugar de gracias de la Santísima Virgen en Schoenstatt. Valga recordar la renuncia del Fundador a basar su espiritualidad mariana en apariciones, visiones u otros fenómenos parecidos relacionados con el lugar de peregrinación y gracias de Schoenstatt. Consecuentemente el Padre Kentenich quería que la espiritualidad mariana de sus hijos espirituales se apoyara exclusiva y sencillamente en la fe católica. Nunca quiso que su piedad se hiciera dependiente o estuviera influenciada por fuentes extraordinarias.

Esta actitud del Fundador es, según el Padre Boll, absolutamente consecuente con sus principios fundamentales referidos a la vida de fe. Él consideró como una misión especial de Schoenstatt para la iglesia de los nuevos tiempos que, prescindiendo de fenómenos extraordinarios, se viviera la fe de la iglesia con toda calidez y con todas sus consecuencias.

Valga anotar también que el Padre Kentenich, como hace la misma iglesia, deja libertad a cada cristiano para que crea en la autenticidad de las apariciones, en tanto en cuento las mismas sean reconocidas o permitidas por la autoridad eclesiástica correspondiente. En este sentido recordamos que el Fundador conoció las apariciones de Fátima cuando estaba prisionero en el campo de concentración de Dachau, lo que le inspiró para escribir una reflexión sobre Fátima y Schoenstatt, en la que pone de manifiesto las diferencias de ambos lugares de gracia y en la que destaca lo específico de Schoenstatt.

En las próxima “entradas” dirigiremos nuestra mirada a la imagen dogmática de María; veremos que hay dos puntos de partida importantes en la mariología del Padre Kentenich que caracterizan esa imagen.
Por una parte veremos el esfuerzo del Fundador por legar a los suyos un “principio fundamental” de la mariología; este sería la bi-unidad entre Cristo y María. O expresándolo desde la teología: María es según la idea original de Dios la compañera y colaboradora permanente de Cristo en toda la obra redentora.
Y un segundo y destacado punto de partida para toda la mariología y piedad mariana es la importancia de la Santísima Virgen como Inmaculada, la “llena de gracia”, el sueño de Dios sobre toda criatura humana. Destacando también las consecuencias pedagógicas que este dogma tiene o debe tener para la vida de cada cristiano.