Las
reflexiones que se hace el Padre Boll en los siguientes capítulos de su libro
están centradas en la imagen de María del Padre Kentenich, en su piedad mariana
y en su mariología. Sabemos que a partir de esta imagen ha ido creciendo una
espiritualidad mariana en la familia schoenstattiana que se destaca por su
originalidad en la Iglesia de hoy.
Comienza
haciendo referencia al Santuario, al lugar de gracias de la Santísima Virgen en
Schoenstatt. Valga recordar la renuncia del Fundador a basar su espiritualidad
mariana en apariciones, visiones u otros fenómenos parecidos relacionados con
el lugar de peregrinación y gracias de Schoenstatt. Consecuentemente el Padre
Kentenich quería que la espiritualidad mariana de sus hijos espirituales se
apoyara exclusiva y sencillamente en la fe católica. Nunca quiso que su piedad se
hiciera dependiente o estuviera influenciada por fuentes extraordinarias.
Esta actitud
del Fundador es, según el Padre Boll, absolutamente consecuente con sus principios fundamentales referidos
a la vida de fe. Él consideró como una misión especial de Schoenstatt para la
iglesia de los nuevos tiempos que, prescindiendo de fenómenos extraordinarios,
se viviera la fe de la iglesia con toda calidez y con todas sus consecuencias.
Valga anotar
también que el Padre Kentenich, como hace la misma iglesia, deja libertad a
cada cristiano para que crea en la autenticidad de las apariciones, en tanto en
cuento las mismas sean reconocidas o permitidas por la autoridad eclesiástica
correspondiente. En este sentido recordamos que el Fundador conoció las
apariciones de Fátima cuando estaba prisionero en el campo de concentración de
Dachau, lo que le inspiró para escribir una reflexión sobre Fátima y
Schoenstatt, en la que pone de manifiesto las diferencias de ambos lugares de
gracia y en la que destaca lo específico de Schoenstatt.
En las próxima “entradas” dirigiremos
nuestra mirada a la imagen dogmática de María; veremos que hay dos puntos de
partida importantes en la mariología del Padre Kentenich que caracterizan esa
imagen.
Por una parte veremos el esfuerzo del Fundador
por legar a los suyos un “principio fundamental” de la mariología; este sería
la bi-unidad entre Cristo y María. O expresándolo desde la teología: María es
según la idea original de Dios la compañera y colaboradora permanente de Cristo
en toda la obra redentora.
Y un segundo
y destacado punto de partida para toda la mariología y piedad mariana es la
importancia de la Santísima Virgen como Inmaculada, la “llena de gracia”, el
sueño de Dios sobre toda criatura humana. Destacando también las consecuencias
pedagógicas que este dogma tiene o debe tener para la vida de cada cristiano.
Paco, me ha gustado mucho.
ResponderEliminarUn abrazo,
Ángel