En la semana
pasada iniciamos la reflexión sobre la espiritualidad instrumental que, al
ejemplo de su fundador, quiere ser asumida y vivida por los hijos de
Schoenstatt. Al esforzarse por “tener los mismos sentimientos que Cristo”, el
instrumento busca en todo momento “hacer la voluntad del que le ha enviado y
llevar a cabo su obra”. El Padre envió a su Hijo y nos envía a nosotros para ser
instrumentos en su Reino.
El Padre
Boll nos explica en su libro que la citada espiritualidad es a la vez fuente de
conocimiento y forma de vida de
aquellos que caminan por este sendero de la santidad. Hoy deseo detenerme brevemente
en las características del estilo de
vida “instrumental”. Es evidente, que como dice el Padre Kentenich, “el
instrumento, en su esencia, presupone a otra persona, a aquella que lo envía y utiliza”,
y por ello se necesita una total conformidad entre el que envía y el enviado.
Lo que quiere decir que la persona, partiendo de una plena confianza en la
sabiduría y en el amor de Dios, intenta despojarse de todo lo que son sus
propios deseos, sus propios planes y sus propias y rígidas ideas. Estamos ante la primera característica de esta forma de vida, el
desasimiento propio y la vinculación
integral del instrumento. El Padre envía, y el Hijo, que vive plenamente vinculado
al Padre, actúa obedeciendo.
En esa total
entrega y desde su libre decisión crece en la persona la disponibilidad para ocuparse con todas sus fuerzas y todas sus capacidades
por el reino de Dios en la tierra. Cuando las personas viven así, se
asemejan plenamente a Cristo. Cristo mismo sigue viviendo encarnado en cada uno,
o lo que es lo mismo Cristo se hace presente en ellos. Es justamente este
proceso vital al que el Padre Kentenich denomina “carácter de parusía o aparición” y que supone la tercera característica
de la persona que vive la espiritualidad instrumental: hace presente y visible
al Cristo encarnado. “Dios irá cobrando forma y figura cada vez con mayor
intensidad en aquel que vive en el mundo de Dios y esté unido a Él en la medida
en que ello es posible a una creatura dotada de la gracia divina.” (PK –
Espiritualidad instrumental mariana).
Sabiendo que
no es él el que hace grandes cosas, sino que es Dios mismo el que actúa a
través de él, la persona instrumental puede vivir con plena seguridad, también
en las dificultades de la vida por muy negras que están sean, creciendo cada
vez más en una seguridad interior y
serenidad en cada situación de la vida.
El Padre
Kentenich, hablando de la historia de Schoenstatt, se refería siempre a la
pequeñez de los instrumentos, a la magnitud de las dificultades y la importancia
del éxito: “Nuestra debilidad e insignificancia no serán obstáculos para esto,
siempre y cuando nosotros cultivemos cuidadosamente y actuemos con conciencia
de instrumentos. Dios elige precisamente a los pequeños para confundir y
avergonzar a los poderosos. De entre todos los israelitas, sólo el más pequeño,
David, fue capaz de abatir al gigante Goliath. Cuanto más insignificante el
instrumento, tanto más grande y evidente se hará el poder de aquél a quien ese
instrumento pertenece y que lo está utilizando.” Así comprendemos la quinta y
última característica de la forma de vida del instrumento, una amplia fecundidad. La actitud
instrumental da a la persona que está al servicio de Dios una cierta participación
en su fuerza creadora.
Las cinco características apuntadas requerirían una explicación más amplia, por lo que invito a los lectores a reflexionar y conversar sobre ello en sus círculos y grupos de espiritualidad, dado que el estilo de este BLOG no permite una reflexión más dilatada. El tema lo merece.
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