El Padre
Kentenich considera que la actitud de instrumento de la persona que se sabe al
servicio de Dios, es también para la misma una fuente de conocimiento de la
voluntad divina. Lo explica así en el libro
“Espiritualidad mariana del instrumento” que he citado en las últimas
reflexiones del Blog. El fundador de
Schoenstatt escribe: “La instrumentalidad está en estrecha dependencia del
deseo y de la voluntad de Dios; de ahí la importancia que reviste para ella
percibir y conocer la voluntad divina. En este sentido, existe un método que el
instrumento utiliza con tanta predilección que se diría que «lo lleva en la
sangre»: detectar la voluntad de Dios en el mismo carácter instrumental de las
cosas creadas, trátese de la palabra hablada, las causas segundas libres, la
estructura ontológica de las cosas, las corrientes de la época, el acontecer
mundial, o bien, providencias y permisiones divinas en la vida personal.”
Dios nos
habla a través de su palabra en la Sagrada Escritura y a través de sus providencias
y permisiones en nuestra vida. Pero también lo hace a través de otras personas.
Al haber sido creadas por Dios a su imagen y semejanza, ellas tienen parte también
de aquellas cualidades divinas como son la sabiduría, la bondad, el poder, la
fidelidad y el amor; cualidades que nos posibilitan vincularnos con los demás, ganarlos
y conducirlos por el amor. Así somos mutuamente mensajeros vivos de Dios unos
con y para los otros. Si es que estamos
abiertos a la voluntad de Dios a través de las misivas de sus ‘mensajeros’,
procuraremos crecer en la flexibilidad que ello exige y nos esforzaremos por
desarrollar ese órgano que es la fe práctica en la Divina Providencia.
A modo de
recordatorio traigo aquí un apunte sobre las fuentes de conocimiento de esta fe.
Son aquellas que sirven para conocer lo que Dios quiere en las diferentes situaciones
de la vida de la persona y de la comunidad. Según la “ley de la puerta abierta
y de la resultante creadora” que ayuda en nuestra fe práctica en la Divina
Providencia, la espiritualidad schoenstattiana conoce las siguientes: las voces
del ser, las voces del tiempo y las voces del alma.
Dios expresa
su voluntad a través de nuestra naturaleza, de nuestro propio ser, pero también
lo hace a través de las personas que nos
rodean. Cada persona es una imagen, un camino de nuestro conocimiento de Dios. Vemos
a la persona en su relación con Dios, y así nos damos cuenta de que a través de
ella Dios nos manifiesta sus deseos.
En una ficha
de trabajo para los grupos de matrimonios leo lo siguiente: “La naturaleza, las
cosas y las personas, nos proporcionan una “fotografía” o huella de Dios, pero
Él también se nos manifiesta dinámicamente, como en película, en todo lo que
acontece.” Sabemos que “Dios gobierna al mundo a través de causas segundas
libres” y por eso meditamos en todo
tiempo y lugar sobre las voces del tiempo, las corrientes y tendencias de los
nuevos tiempos, e intentamos escuchar ahí la voluntad de Dios. En este sentido será
necesario que sepamos discernir entre los signos de los tiempos positivos y lo
negativo del ‘espíritu del tiempo’. Para ello será muy importante que busquemos
en nuestra propia interioridad y en el alma de las demás personas las
inquietudes, inspiraciones o mociones del Espíritu Santo que Él nos pone en el
corazón. Son las voces del alma. El instrumento es una persona de oración y de
meditación.
Desde
nuestra espiritualidad de instrumento y en la meditación nos esforzaremos
primero por discernir cuál es en verdad la voluntad de Dios, para llegar a la
conclusión de que ”esto es lo que Dios me pide”. Es verdad que siempre nos
arriesgamos, pero confiamos en que es Dios quien lo pide, y más tarde sabremos
por la “resultante creadora” si hemos interpretado correctamente su voluntad. Esta actitud es también una protección muy
efectiva contra ese aprecio excesivo a nuestras propias facultades y al peligro
del autoengaño.