Uno de mis lectores ha escrito una observación en la última entrada que
agradezco, y que me sugiere una reflexión al respecto. En la oración de la
mañana los schoenstattianos rezamos entre otras estrofas, la siguiente: “Padre,
hágase en cada instante lo que para nosotros tienes previsto. Guíanos según tus
sabios planes, y se cumplirá nuestro único anhelo.” Al decir esto, el
que lo reza, sabe que también está pidiendo la cruz, si está en los planes del
Padre Dios.
El Padre Kentenich tuvo que cargar en su vida con muchas y pesadas cruces.
En el libro del Padre Boll viene también algún comentario al respecto: a
principios de los años cuarenta, cuando el poder nazi se fijó en el Padre
Kentenich y en el movimiento por él fundado, para aniquilarlos por ser
‘enemigos’ del régimen, el Fundador se preparó y preparó a todos los suyos para
cargar con la cruz que se les venía encima. En este tiempo tomó una expresión
de San Agustín como estandarte de esa preparación y como actitud en el camino
de santidad: “Inscriptio cordis in cor”, lo que significa que el
corazón de una persona queda grabado en el corazón de la otra. Con ello se
apunta a la especial disponibilidad para aceptar la cruz y el dolor, e incluso
pedirlo – pero justo en la medida y en la forma que los planes de Dios tienen
previsto para mi vida.
Claro está, que esta disponibilidad de 'Inscriptio' solamente
es posible a partir de un profundo y cálido amor a Dios. Boll escribe que esta
actitud presupone múltiples experiencias del cuidado amoroso de Dios por mí, y
que lleva finalmente a la confianza ilimitada de que “Dios me ama y
sólo quiere lo mejor para mí. Él me conoce mejor que yo mismo y sabe lo que
necesito. Él no quiere hacerme mal con la cruz y el dolor, sino que desea que
avance en mi camino hacia Él.”
Desde el punto de vista psicológico se trata de un proceso de
transformación, que presenta la aversión natural de la persona en cuanto al
dolor y su miedo al sufrimiento en una perspectiva distinta: soportado por la
convicción profunda de una continua seguridad en las manos de Dios, sabe que el
sufrimiento puede tener otro sentido más importante: no lo entiende como
“castigo”, sino que lo considera una prueba para fortalecer o purificar su fe.
El que así actúa, se verá liberado poco a poco de la preocupación y del miedo,
pudiendo crecer en la verdadera libertad de los hijos de Dios. Entonces la “escuela
del sufrimiento” se volverá una “escuela de amor”. Así se
puede resumir el pensamiento del Padre Kentenich sobre el dolor y la cruz; y
esto fue lo que llevó a la práctica en la conducción de las almas a él
confiadas.
En el libro “La santificación de la vida diaria” encontramos dos pequeñas
oraciones de dos santos llamados Ignacio, San Ignacio mártir y San Ignacio de
Loyola. Ambos aspiraban ardientemente a convertir en realidad el intercambio de
bienes e intereses entre ellos mismos y Cristo crucificado, aspiraban a una
íntima ‘Inscriptio cordis in cor’. Ignacio mártir decía: “Comienzo
a ser discípulo de Cristo ahora que me he desligado de las cosas visibles, para
hallar a Cristo. Vengan sobre mí el fuego, la cruz, las fieras, el crujir de
los huesos, el desgarrarse de los miembros, el triturarse mi cuerpo, y todos
los tormentos de Satanás; pero sea yo partícipe de Cristo.”
Es verdad que no estamos – por ahora – frente al martirio, pero vivimos en
el misterio de la cruz, y por ello nos unimos a Ignacio de Loyola en aquella
bella oración que muchos de nosotros conocen y que el santo de Loyola presenta
al final de sus Ejercicios Espirituales como expresión de esa actitud de ‘Inscriptio’: “Tomad,
Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi
voluntad, todo mi haber y mi poseer; vos me los disteis, a vos, Señor, lo
torno; todo es vuestro, disponed a vuestra voluntad, dadme vuestro amor y
gracia, que ésta me basta.”
En el libro antes citado podemos leer también (pág. 188): “Para el
santo de la vida diaria, en su madurez espiritual, la cruz es fuego llameante
de caridad. Un fuego que enciende un intenso amor divino y que se nutre sin
cesar de la correspondencia de un amor humano. El sufrimiento regala amor
ferviente, y recibe en cambio amor recíproco de corazón como regalo del amor
eterno que quiere hacer del alma una imagen del Unigénito de Dios.”
Ola,
ResponderEliminarInteressante... este texto me fez lembrar justo do que falávamos ontem em uma reunião... para viver em Aliança necessitamos de desafios ( ou se preferir necessitamos sempre sair da comodidade como diz nosso Papa)...
A escola de sofrimento se transforma em escola de amor quando vivemos em Aliança...
Obrigada pela oportunidade de reflexão!
Hola,
ResponderEliminarhe visto estos párrafos en el Catecismo de la Iglesia Católica:
1816 El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella sino también
profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla: “Todos vivan preparados para confesar a
Cristo delante de los hombres y a seguirle por el camino de la cruz en medio de las
persecuciones que nunca faltan a la Iglesia” (LG 42; Cf. DH 14).
2015 “El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin
combate espiritual (Cf. 2 Tm 4). El progreso espiritual implica la ascesis y la mortificación
que conducen gradualmente a vivir en la paz y el gozo de las bienaventuranzas
Parece que efectivamente nuestro camino para la salvación pasa por la cruz, por tanto parece lógico de alguna manera no sólo aceptarla sino también buscarla.
habrá que seguir investigando
Gracias por tus aportes. Es verdad, como dice el catecismo, que no hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual. Lo que la actitud de 'inscripcio' quiere aportar en el camino de santidad no es tanto buscar la cruz - que también - sino la sintonía con Cristo Crucificado en su entrega total a la voluntad del Padre. La 'inscripcio' presupone una imagen de Dios positiva y es la forma más alta del amor. Es además la forma más perfecta de la alianza de amor, es un "estar uno en el otro, con el otro y para el otro".
EliminarBueno, ya siento un poco de rubor, por tratar estos temas tan sagrados.
ResponderEliminarVoy a retirarme a orar.
Un fuerte abrazo!!