El libro “La santificación de la vida diaria”, cuya
primera edición alemana data del año 1937, se tradujo pronto al español y la
Editorial Herder lo publicó por primera vez en España en el año 1954. En mi
mesa tengo un ejemplar de la octava edición de 1985. Se trata sin duda de un
tema interesante y buscado por los lectores. Tengo que confesar sin embargo que
comparto con el Padre Boll algunas reservas respecto a la redacción y a los
ejemplos que nos presenta; algo anticuados para la sensibilidad de los tiempos
actuales. A pesar de ello vale la pena su lectura. Se trata de una formación
ascética atractiva para la vida de cada día (y ‘habitual’ para los miembros de
las comunidades de Schoenstatt).
Cuenta el Padre Boll que en su primera visita a Milwaukee
le comentó al Padre Kentenich que aunque el contenido del libro era convincente,
el estilo del texto y los ejemplos aportados podrían frenar el efecto buscado.
Boll recuerda que el Fundador le interrumpió y le dijo: “La santificación de la
vida diaria es una obra básica, y realmente se debería escribir de nuevo para
cada generación”. Se trataría entonces de buscar y definir los contenidos
básicos y elaborar una aplicación de los mismos a la vida moderna. Pero lo más
importante sería vivirlos.
Ya desde los inicios de su actividad como sacerdote y
director espiritual, el Padre Kentenich tuvo el valor de presentar la santidad
como objetivo máximo de su vida y de la vida de los que le habían sido
encomendados. En el Acta de Fundación podemos leer las palabras que puso en
boca de María, nuestra contrayente en la alianza de amor: “Esta santidad es la
que exijo de vosotros”. Y esto sigue teniendo validez ayer, hoy y mañana. Todas
las comunidades de Schoenstatt, indistintamente a su estado de vida, asumen
esta meta en la forma adecuada. La santidad. Los procesos de beatificación en
marcha muestran también el entusiasmo de los hijos espirituales del Padre
Kentenich por la santidad.
¿De qué santidad se trata? No es nada nuevo. Si repasamos
la historia de la Iglesia vemos que cada época tuvo su imagen característica de
la santidad: en los inicios aparecen los mártires, después serán los ermitaños
y monjes, y en los siglos sucesivos el ideal lo mostrarán además múltiples
formas de vida consagrada virginal y conventual. Admirando y respetando estos
ideales de santidad que tantos santos nos han regalado, la iglesia de los
últimos tiempos se ha venido preguntando cuál sería el ideal para el grupo de
laicos que representa la mayoría del pueblo de Dios.
Grandes figuras de nuestro siglo se han empeñado en
encontrar un camino apropiado. El Padre Kentenich tuvo para diseñar su propio
proyecto un ejemplo ante su mirada. En la base de su propuesta encontramos a un
santo que ya en el siglo diecisiete sintió un impulso parecido, y que con su
obra se dirigió a los cristianos de su tiempo que vivían en medio del mundo y
sentían un profundo anhelo por una vida religiosa intensiva. Fue Francisco de
Sales con su libro “Filotea – Introducción a la vida devota”. Fue toda una
novedad. Para ser santo no era necesario vivir o imitar las formas concretas de
la vida en los conventos.
La santificación de la vida diaria es un intento para
atreverse a un nuevo camino, el de la santidad como elemento permanente de la
vocación cristiana recibida en el bautismo, pero vivida en medio de los
desafíos de nuestra vida cotidiana en el mundo, sin recortar en nada y para
nada el ideal de santidad. Una gran meta, un enorme y arriesgado desafío.
(En las próximas semanas traeré al Blog las principales
características del proyecto)
Me ha gustado mucho
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