Parece que la expresión que el Padre Kentenich pone también en boca de María el 18 de octubre de 1914 ante los congregantes: "pruébenme primero por hechos que me aman realmente", hubiera despertado algún recelo en algunas de las personas que el Padre Boll conocía. Por ello intenta explicar el verdadero significado que esta frase tenía en la mente y en el corazón del joven sacerdote José Kentenich. Quiero pensar que este último tuvo que explicárselo al autor del libro en sus largas conversaciones de Milwaukee.
Está en primer lugar la aclaración de que en el lenguaje y en el sentir del Padre Kentenich la palabra alemana "beweisen" (probar) tiene a menudo el significado de "mostrar" o "expresar". El Padre Boll lo sabía por la cantidad de ocasiones en que le escuchó esta palabra en sus pláticas y conferencias. Siendo así, la correcta traducción al español de lo dicho por el Fundador aquel día sería: "Mostradme que me amáis ....", o dicho de otra forma "dejad que experimente vuestro amor".
Por otra parte tenemos que recordar que en el mes de octubre del 1914 existía ya una relación entre los jóvenes congregantes y la Santísima Virgen. No se trata por lo tanto de establecer por primera vez esas relaciones. Lo que está en juego ese día más bien es destacar un nuevo nivel en las mismas. El Fundador intenta con estas palabras que los jóvenes comprendan el plan que Dios tiene con ellos: Él quiere fundar en Schoenstatt un lugar de gracias de su santísima Madre y desea para ello la colaboración de los congregantes. Las palabras son por lo tanto una invitación para que le muestren con hechos que se esfuerzan por su santidad. Sería como una competición entre dos personas que se aman y que elevan sus exigencias mutuas de amor en la lucha por una meta común. El "nada sin nosotros" sería por tanto la premisa que Dios ha querido poner para que la acción de la Santísima Virgen se haga presente en su Santuario.
La fecundidad de María en este lugar de gracias viene descrita en otra frase que el Fundador dice (nuevamente poniéndolas en boca de María) en aquel día a los jóvenes congregantes: "Entonces con gusto me estableceré en este lugar y distribuiré abundantes dones y gracias. Entonces atraeré desde aquí los corazones jóvenes hacia mí, y los educaré como instrumentos aptos en mi mano."
Ahora podemos entender que en Schoenstatt se invoque a María con el título de Madre y Educadora. Desde tiempos inmemorables la Iglesia venera a María como Madre, en Schoenstatt estamos convencidos que esta madre acogedora ha recibido de Dios la tarea de educarnos, de hacernos verdaderos discípulos de su Hijo Jesús cuando nos acogemos a su protección.
El Padre Kentenich fue el primero en experimentar esta acción educadora de la Santísima Virgen; al comentar algunos episodios de su niñez y juventud dice textualmente que María "fue la única maestra de su vida". Cuando el Fundador habla de "la fuerza formadora y la sabiduría educadora" de la Virgen, lo dice porque lo ha experimentado él mismo, y por ello está convencido de que María tiene hoy una misión especial como Educadora del hombre nuevo, del nuevo cristiano. Ahora podremos comprender mejor porqué el movimiento de Schoenstatt tiene también la misión de educar y formar al "hombre nuevo".
lunes, 24 de noviembre de 2014
lunes, 17 de noviembre de 2014
"Ego diligentes me diligo" - Amo a los que me aman
En las
páginas anteriores del libro que comento, el Padre Boll nos recordaba la misión
que la alianza de amor en Schoenstatt tiene para la Iglesia: anclados en el
mundo sobrenatural vivimos y actuamos en el convencimiento que no estamos
solos, que la Santísima Virgen, nuestra madre, es fiel a la alianza que ha
sellado con nosotros y que nunca nos abandona.
Esta misión
que está vinculada al Santuario de Schoenstatt en virtud del acontecimiento fundacional se hace
dependiente de la colaboración humana. Recordamos la charla que el Padre
Kentenich dio a los primeros congregantes, la llamada “Acta de fundación”; en
ella el Fundador pone en boca de María las siguientes palabras: “No se
preocupen por la realización de su deseo. Ego diligentes me diligo. Amo a los
que me aman. Pruébenme primero por hechos que me aman realmente y que toman en
serio su propósito. Adquieran por medio del fiel y fidelísimo cumplimiento del
deber y por una intensa vida de oración muchos méritos y pónganlos a mi
disposición. Entonces con gusto me estableceré en medio de ustedes y
distribuiré abundantes dones y gracias.”
Me llama la
atención el hecho de que el Padre Boll se haya fijado en las dos frases: “Amo a
los que me aman” y “Pruébenme primero por hechos que me aman realmente”. Es
evidente que él desea aclarar lo que aparentemente puede ser una contradicción
o no coincidir con nuestro convencimiento de que la Santísima Virgen ama a
todos y no sólo a unos privilegiados o especialmente aplicados. En su labor de
dirección espiritual el Padre Boll tuvo la ocasión de escuchar a muchas personas que
tenían sus problemas con estas dos aseveraciones.
Viene ahora
a nuestra mente la frase que encontramos a menudo en nuestros Santuarios: “Nada
sin Ti, nada sin nosotros”. El “nada sin ti” expresa el convencimiento creyente
de que todo lo que recibimos en la alianza de amor es un regalo y una gracia
divina. Pero junto a esto está también el convencimiento de que Dios quiere
vincular sus gracias a nuestra colaboración humana, “nada sin nosotros”. Todo
el orden salvífico del Nuevo Testamento está marcado por esta relación. Pensemos,
por ejemplo, en los sacramentos; en los mismos Dios nos regala abundantemente con
su vida divina, pero exige la fe del creyente y su activa colaboración. Los
sacramentos nos son pura “magia”.
En
Schoenstatt vale lo mismo: Dios nos regala la cercanía y la ayuda de la
Santísima Virgen en nuestra aspiración por una mayor vinculación a Dios, y espera
nuestra disponibilidad para que nos esforcemos por ello con todas nuestras
fuerzas. Esta actitud no es una exigencia sino un regalo entre personas que se
aman. El Padre Boll dice que esta relación es “una tarea especial que vincula a
los amantes, que juntos se esfuerzan por alcanzar una meta más alta y que se
ayudan mutuamente para ello.”
lunes, 10 de noviembre de 2014
La misión de María desde Schoenstatt
El fundador
de Schoenstatt, Padre José Kentenich, estaba convencido de que la Santísima
Virgen tiene desde Schoenstatt una misión especial para la iglesia y el mundo.
El Padre Boll, en las páginas de su libro que ahora comento, explica y subraya
la idea de que Schoenstatt surgió a partir de una iniciativa divina que se
concretó a través de María. Ella se ha establecido en el Santuario de
Schoenstatt y allí ha sellado con nosotros una alianza de amor. En primer lugar
lo hizo en el acontecimiento histórico del 18 de octubre de 1914 y lo sigue
haciendo en cada alianza de amor que se realiza a ejemplo de la primera.
Desde
Schoenstatt estamos llamados a “romper una lanza” por María ayudando a que en
la teología actual se destaque y valore la posición que Ella tiene en el plan
de redención. De ello se deduce también la necesidad de conocer bien el
desarrollo de la mariología y de la piedad mariana de nuestros días. Es claro
que los primeros llamados a seguir este camino somos los mismos
schoenstattianos, teniéndolo claro, primero, y dando a continuación testimonio
vivo de ello en nuestro entorno.
En uno de
los pasajes del libro el Padre Boll recuerda una reunión que él mismo y otros
estudiantes de teología tuvieron con el Padre Kentenich en Milwaukee en los
años sesenta. Los estudiantes defendían, a ejemplo de otros teólogos, que María
debería ser vista por los cristianos como modelo en la fe. Ante tal aseveración el Padre Kentenich
dijo, haciendo mucho hincapié, lo siguiente: “¡No, eso no es suficiente! María
ha recibido de Dios una tarea en el orden salvífico del Nuevo Testamento. Ella
tiene una misión y Ella actúa. Y su actuación será fecunda en la medida que
nosotros nos insertamos en la misma, permitiendo que Ella actúe a través nuestra.
Quien crea en ello y quien deje que Ella haga, llegará pronto al
convencimiento de que la Santísima Virgen ha recibido de Dios una tarea y el
poder de llevar a cabo la misma.”
La historia
de Schoenstatt está repleta de situaciones aparentemente desesperadas y sin
solución que finalmente se resolvieron de forma increíble. En la fe estamos
convencidos de que fue María quien lo hizo. Es una experiencia que todos
nosotros, los que hemos sellado la alianza de amor con Ella en el Santuario, podemos
también contar en nuestras vidas. Hay una pequeña oración en nuestra Familia
que encierra el anhelo y la confianza que nos anima: “En tu poder y en tu
bondad fundo mi vida, en ellos espero confiando como un niño. Madre Admirable
en ti y en tu Hijo creo y confío ciegamente.”
Es el
ejemplo que el Padre Kentenich nos dio: estar firmes y seguros, anclados en el
mundo sobrenatural. La realidad de nuestra alianza de amor con María nos hace
experimentar que “yo no estoy nunca solo, la Santísima Virgen ha sellado
conmigo una alianza, y todo lo que yo hago, puedo hacerlo confiando en Ella”.
Este es el núcleo de la misión que tiene la alianza de amor en Schoenstatt para
la iglesia y el mundo de hoy.
lunes, 3 de noviembre de 2014
María en la vida del P. Kentenich
En su
propósito de aportar algunas reflexiones para que la figura del fundador de
Schoenstatt sea más conocida y apreciada, el Padre Boll aborda en los
siguientes capítulos de su libro la relación del Padre Kentenich con la
Santísima Virgen. Hasta ahora, en los capítulos pasados, nos había traído sus
pensamientos sobre la figura del fundador como el hombre elegido por Dios para
regalar a la iglesia un movimiento de renovación y apostolado. Ahora nos invita
a fijarnos en María.
En su
introducción al tema el Padre Boll nos dice: “La figura y la misión del Padre
Kentenich no se comprenderán si no se tiene en cuenta su profunda y extraordinaria
relación práctica y creyente con la Santísima Virgen María”. Y más adelante se referirá a su encuentro con el
Fundador: “ …. naturalmente que los dos hablamos sobre la teología mariana,
pero lo central no era la reflexión sino el vivir y moverse en un mundo, en el
que Dios es una realidad efectiva y en el cual la Madre de Dios juega un papel
central”.
Por último
el Padre Boll recuerda la mariología del teólogo Matthias Josef Scheeben
(1835-1888) citada por muchos padres de la iglesia, destacando una idea central
de su pensamiento: María está “in medio Trinitatis”, “en medio de la Trinidad”.
En la meditación sobre esta realidad creció en él mismo el asombro y la
fascinación por la figura de María. En las conversaciones con el Fundador llegó
a captar la importancia de este pensamiento en una frase que le oyó decir a
menudo: “¡María es la única persona humana que es consanguínea con Dios!”. Para
el Padre Kentenich no existía primero un gran capítulo sobre Dios y a
continuación un apéndice o pequeño apartado sobre María; Ella era parte del
todo. Y fue así como Ella vivió también en el corazón del Fundador.
A este
respecto valga recordar el acontecimiento salvífico de la cruz de Cristo. Jesús
le dijo entonces al discípulo: “Ecce mater tua”, “¡Eh ahí a tu madre!”, “Y desde
entonces el discípulo la tomó en su casa”. Esta realidad se hizo presente
también en la vida de José Kentenich; sabemos que en su niñez tuvo José que
vivir con su abuela, porque su madre tenía que trabajar en otra ciudad y no
podía cuidarlo. A los 9 años y dada la avanzada edad de la abuela, la madre
llevó al hijo a un orfanato de la ciudad de Oberhausen. Aquel día, al entrar en
el edificio de las dominicanas, madre e hijo se fijaron en una estatua de la
Santísima Virgen que estaba en la casa. La madre, en su impotencia y dolor,
se dirigió a María diciéndole: “Yo no puedo ahora cuidar más de mi hijo, sé tú
ahora su madre”. Y como prenda le dejó a la Virgen lo único valioso que poseía,
una cadenita de plata con una cruz, recuerdo de su primera comunión. Sabemos
que María se tomó en serio la petición. Años después el Padre Kentenich referiría
en sus predicaciones con ardor y firmeza que María no solo cuidó de él como una
madre, sino que era en verdad su madre.
Sabemos
también que en la época de su juventud el Padre Kentenich vivió en la más
absoluta soledad. En su crisis juvenil fue ‘zarandeado’ espiritualmente y
sufrió por ello. En un escrito del año 1955 el Padre contará que: “Durante
estos años mi alma se mantuvo en un cierto equilibrio mediante el amor personal
y profundo a María”. Y más adelante: “A posteriori sería más fácil comprender
su sentido (el de la soledad). El alma debía quedar libre de influencias
extrañas, especialmente las de índole personal, para permanecer así abierto con
todas las fibras del ser a la verdadera maestra de mi vida, a su sabiduría
pedagógica y su fuerza educadora. Me refiero a la Santísima Virgen. ……. Este
proceso vital se puede encontrar ya en los primeros años de mi infancia.”
El Padre
Kentenich vivió plenamente en un mundo mariano, habló públicamente de ello y
llevó a muchos a María. En él y en su familia espiritual se hizo y se hace
realidad lo que Juan nos cuenta en su evangelio: “Y la madre de Jesús estaba
presente”. (Jn 2,1)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)