En la vida
del Movimiento de Schoenstatt han surgido corrientes de vida concretas y
destacadas que todos conocemos: la alianza de amor con María y una activa fe
práctica en la Divina Providencia. Junto a éstas dos se ha desarrollado también a partir del carisma de la persona del
Fundador y de las experiencias que los miembros de la Familia tuvieron con él una fuerte "corriente del padre".
El Padre
Kentenich, convencido de la importancia que tiene el padre para el desarrollo
espiritual y religioso de la persona, se puso a disposición de los primeros
jóvenes congregantes con su personalidad y su servicio desinteresado a la vida
como un amoroso y cercano acompañante paternal. Y ellos lo experimentaron como
un verdadero padre. Fue su estilo paterno sacerdotal, atento y conocedor del nombre
de cada uno, acogedor, impulsando y exigiendo a la vez, lo que hizo que muchos
hombres y mujeres se sintieran también seguros bajo su paternidad y cuidado en
las décadas posteriores. Todos los miembros y grupos hicieron la misma
experiencia: el Fundador era el centro vital de la así llamada “Familia de
Schoenstatt”. El padre con la gracia de su carisma pudo ser y fue para muchos
un transparente vivo del Padre Dios.
El Padre Boll escribe en estas páginas su
propio testimonio: “Siempre de nuevo experimenté el regalo de poder tener la
experiencia de la cercanía y del amor de Dios a través de este gran sacerdote
movido por el Espíritu Santo que fue el Padre Kentenich”. La experiencia del
fundador como personalidad paternal anclada en Dios y abierta a los hombres que
le rodeaban ha propiciado que se haya desarrollado una fuerte corriente patrocéntrica
en el Movimiento de Schoenstatt.
Valga como
fundamento teológico para aquellos que acceden por primera vez a esta realidad
las siguientes palabras de la Constitución Lumen Gentium sobre la Iglesia: “En la vida
de aquellos que, siendo hombres como nosotros, se transforman con mayor
perfección en imagen de Cristo (cf. 2 Co 3,18), Dios manifiesta al vivo ante
los hombres su presencia y su rostro. En ellos El mismo nos habla y nos ofrece
un signo de su reino, hacia el cual somos atraídos poderosamente con tan gran
nube de testigos que nos envuelve (cf. Hb 12, 1) y con tan gran testimonio de
la verdad del Evangelio. (LG, 50)” Desde esta perspectiva se entiende que para los
miembros de la Familia de Schoenstatt su Fundador, el Padre José Kentenich,
fuera y siga siendo un “transparente del Padre Dios”.
Ante
la pregunta que nos hacemos y se hacen muchos sobre la postura en esta materia de
las nuevas generaciones, de aquellas que no conocieron personalmente al Padre Fundador, recuerdo
las palabras que nos dirigió el Papa Juan Pablo II el día 20 de septiembre de
1985 en la audiencia que concedió a la Familia de Schoenstatt con ocasión de la
celebración del primer centenario del nacimiento del Padre Kentenich: “La
experiencia secular de la Iglesia nos enseña que la íntima adhesión espiritual
a la persona del fundador y la fidelidad a su misión – una fidelidad que está
siempre de nuevo atenta a los signos de los tiempos - son fuente de vida
abundante para la propia fundación y para todo el Pueblo de Dios… Vosotros
habéis sido llamados a ser partícipes de la gracia que recibió vuestro fundador
y a ponerla a disposición de toda la Iglesia.”
(Reflexión personal: Cada día me pregunto si verdaderamente los
miembros más ‘jóvenes’ de las comunidades de Schoenstatt somos conscientes y
consecuentes con la tarea de llevar la misión del Padre Fundador a la Iglesia
con esa fidelidad creadora “atenta a los signos de los tiempos” que nos pidió
el Papa Juan Pablo II y que las primeras generaciones vivieron con tanta
generosidad …………… ¡Invito a mis lectores a escribir, si lo desean, sus opiniones al respecto!)
Interessante reflexão... também me pergunto ... como fazer para poder ser consciente e consequente com esta tamanha missão... por isso peço a graça... a graça de podermos experimentar este carisma e missão sempre, e a partir daí poder testemunhar na vida!
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