Recordamos
la frase “Per Mariam ad Jesum” – ‘A Jesús a través de María’, y aquella otra de
“A través de Cristo al Dios trinitario”. Todos los días lo recita el sacerdote
en la doxología final del canon de la Santa Misa: “Por Cristo, con Él y en Él,
a ti Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo todo honor y toda
gloria, por los siglos de los siglos. Amén.” La historia del Movimiento de
Schoenstatt nos muestra el proceso providencial que llevó y lleva siempre de
nuevo a los miembros de esta comunidad a vivir de la mano de María una
espiritualidad eminentemente patrocéntrica.
El Padre
Boll se refiere al camino que hicieron los primeros congregantes de Schoenstatt
después de su consagración a María: por la vinculación a la Santísima Virgen
van descubriendo en el transcurso del año litúrgico que Jesús se hace en todo
dependiente del Padre celestial. “Yo he salido del Padre”, “Yo anuncio sólo lo
que he visto en el Padre”, “Yo no he venido a hacer mi voluntad, sino la
voluntad de Aquel que me ha enviado”, “Lo que alegra al Padre es lo que yo hago
siempre”. Todas estas expresiones y otras más las encontramos en el Evangelio
de Juan, sobre todo en las palabras de despedida de Jesús.
Los congregantes van
asimilando que el verdadero contrayente en la alianza es Cristo, y que María es
aquella que los lleva a una vinculación viva y estrecha con Él. Con el tiempo
la vinculación a Cristo se irá orientando, siguiendo el ejemplo del mismo
Jesús, hacia el Padre. Todo esto ocurrirá en un proceso lento,
que ellos mismos no aprecian con claridad. Las señales de la Divina Providencia
que el Padre Fundador descubre en este desarrollo le llevarán a fortalecer en el
alma de la comunidad la corriente de una espiritualidad patrocéntrica que
permite vivir en la seguridad de que el Padre conduce todo y que cuida de todos
y de todo.
Para los más
estudiosos quiero traer hoy a este Blog unas palabras que el Padre Kentenich
pronunció al respecto el 7 de enero de 1963 ante un grupo de teólogos:
“Al reflexionar sobre todo lo que ha
surgido y se ha desarrollado en la Familia; al examinar críticamente cuál es
nuestra actitud más característica ¿qué conclusión habremos de sacar? Que lo
central es la relación fundamental con Dios Padre. Quizás este resultado nos
sorprenda en un primer momento. Porque ¿acaso no solemos repetir la consigna per
Mariam ad Jesum? (por María a Jesús). Sí, es cierto, pero en nosotros se
han cumplido aquellas otras palabras: per Mariam in Jesu ad Patrem (por María,
en Jesús, hacia el Padre). Si queremos señalar las razones de por qué y cómo se ha
producido este proceso, habría que llamar la atención sobre dos motivos de
índole teológica.
La primera razón teológica es la misión de María santísima.
Entre ella y su divino Hijo existe una biunidad indisoluble tanto en el plano
del ser como en el de la acción. En virtud de esa biunidad es natural que la
santísima Virgen gire en torno del interés central de Cristo. ¿Y cuál es ese
interés? Basta repasar la oración sacerdotal del Señor y plantearse: ¿Cuál es
la misión de Jesús? «Manifestar tu Nombre —el nombre del Padre— a los hombres»
(cf Jn 17,6-26). Contemplemos la interioridad de Jesús. Si quisiésemos hablar
del ideal personal del Señor, ese ideal quizás podría resumirse, de la manera
más fácil y adecuada, en la siguientes palabras: ita Pater (sí, Padre)
(Mt 11,26 s.).
Permítanme enfocar el segundo aspecto. Sabemos que la fe en
la divina Providencia es el fundamento para nuestro conocimiento de la misión
de nuestra Familia. Pues bien, observen que la fe en la divina Providencia y la
imagen paternal se condicionan mutuamente. Donde esté viva la fe en la divina
Providencia, la imagen de Dios será en definitiva la imagen de Dios Padre. De
esta manera podríamos decir que la fe en la divina Providencia llama y reclama
al Padre, y a su vez el Padre exige de nosotros una fe simple y sencilla en la
divina Providencia.” (En las manos del Padre, Textos
escogidos del Padre Kentenich sobre Dios Padre).
Gracias Paco
ResponderEliminarQue bueno saber que nuestra vida tiene una meta y no es la de ser pasto de los gusanos.
Qué de esfuerzos, por parte de Dios, por que podamos alcanzar esta meta: pienso en el sacrificio de su Hijo, pienso en la intercesión de la Virgen Maria, en la intercesion de los hermanos, en el trabajo de nuestro ángel de la guarda, etc etc.
Vamos hacia el Padre.
Vista así la vida, merece cualquier pena.
Que alegría !!