Peregrinar
es junto al ayuno, la meditación y la oración una de las prácticas más antiguas
y probadas de todas las religiones. Las peregrinaciones son propias también de
nuestro entorno católico y forman parte importante de la pedagogía de lo
religioso y sobrenatural. Dos características marcan a los lugares de
peregrinación: la primera es la fe en la realidad de que el lugar en cuestión
es un lugar sagrado y que en el mismo la Santísima Virgen – en el caso de los
santuarios marianos – regala sus gracias especiales y peculiares a los que allí
peregrinan y así lo piden. La segunda característica viene dada por la
presencia en ese lugar santo de casas religiosas y comunidades que tienen su tarea
apostólica en la atención y evangelización de los peregrinos.
El Padre
Boll nos invita hoy a reflexionar sobre el Santuario de Schoenstatt y sus
gracias de peregrinación, y lo hace recordando al Fundador y a lo que de él
recibió en este contexto. Nos cuenta que en muchas ocasiones escuchó al Padre
Kentenich decir que “sin el Santuario no podría nada”. Sabemos que el núcleo
vital de todo el Movimiento de Schoenstatt está en el Santuario; éste es el
lugar santo en donde se hace realidad la alianza de amor de María con sus
hijos. El Padre Kentenich estaba convencido de que la existencia del Movimiento
que él fundó estaba íntimamente ligada al Santuario.
Boll cita en
este contexto una frase del Fundador del 13 de mayo de 1952: “Permítanme que
repita que yo jamás hubiera tenido la valentía y hoy tampoco la tendría de
acometer lo que implica nuestra gran tarea, si nuestro Santuario no hubiera
llegado a tener para toda la Familia en su valor propio y en su contenido
simbólico el lugar que a todas luces le ha asignado la Divina Providencia. El
plan de Dios y el Santuario están esencialmente unidos.”
Ya al poco
tiempo del acto de fundación en la primitiva Capilla de San Miguel en
Schoenstatt, el Padre Kentenich observa desde su ventana en la casa que linda
al Santuario las frecuentes visitas de los primeros congregantes a este lugar.
En sus conversaciones durante la dirección espiritual con los seminaristas se
da cuenta del crecimiento espiritual y religioso y del anhelo apostólico de los mismos. Otro
tanto ocurrió después con muchos de los jóvenes universitarios que llegaron al
Movimiento al concluir la primera guerra mundial. El Fundador ve con
alegría con qué entusiasmo y seriedad la gente joven intenta mover a la
Santísima Virgen para que convierta la capilla antigua del cementerio, la
capilla de San Miguel, en un lugar santo de peregrinación, y constata también que
simultáneamente la Madre de Dios así lo quiere y así lo refleja en el alma de
los que se acercan con fe a este lugar. Con ello se confirma el anhelo inicial
del acto de fundación, que aspiraba a que la Santísima Virgen tomara posesión
del lugar por amor a los que allí acudían ofreciéndole sus sacrificios y sus esfuerzos
por la santidad.
A partir de
estas experiencias el Padre Kentenich hablará de las gracias de peregrinación
del pequeño Santuario, concretándolas en tres: la gracia del cobijamiento, la
gracia de la transformación interior y la gracia de la fecundidad apostólica.
Está claro
que en este lugar de peregrinación no se van a dar preferentemente curaciones
de enfermedades físicas, el regalo de Schoenstatt es otro. El carisma de este
lugar de peregrinación apunta a las necesidades interiores de la persona, a las
que la Santísima Virgen quiere dar una respuesta y ofrecer su solución. En un
tiempo en que los vínculos personales que nos sostienen se destruyen fácilmente,
se da ese anhelo de cobijo y hogar que es el motivo de la peregrinación de
muchos de los que acuden a este Santuario. La mirada de la Santísima Virgen
desde su imagen en este lugar hace que nos sintamos cobijados y podamos
revitalizar nuestros vínculos con Ella y con las personas de la Santísima
Trinidad. Es la “gracia del cobijamiento interior”: “¡Qué bien estamos aquí!”.
A partir de
la experiencia que nos regala la primera gracia de peregrinación, se da la
segunda: “la gracia de la transformación interior”. El Padre Boll aclara que la
experiencia de sentirse acogido y amado, apoyado en una alianza de amor, cambia
a la persona. Con el tiempo se dará la sanación del corazón y el proceso de
transformación espiritual hará de ella un ser nuevo, una persona en plenitud.
Es evidente
que con este regalo del cielo va unida también una tarea. Se trata de hacer
llegar a otros la experiencia vivida en el lugar y posteriormente en la propia
vida, y así poder ayudar a la Santísima Virgen en su tarea de conservar y
renovar la fe de la personas. El Padre Kentenich llama a esta gracia de
peregrinación "la gracia de la fecundidad apostólica”.
Deseo
resumir diciendo que las tres gracias mencionadas son expresión y fruto de la
alianza de amor con la Santísima Virgen, la fuente original de gracias de este
lugar de peregrinación que ha surgido y se mantiene vivo sin aparición alguna por la gracia de Dios y por la fe de los que allí peregrinan.
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