Después de
haber leído lo publicado hasta ahora en este Blog, está claro que el Padre
Kentenich transmitió a muchas personas con su vida y su testimonio una
vinculación estrecha a la Santísima Virgen, y que el Movimiento por él fundado propone
e intenta vivir también esta relación con Ella como un camino de vida. Esta
vinculación va más allá de una piedad emocional tal como se cultiva en
muchos lugares de nuestro entorno católico.
Para el
Fundador de Schoenstatt la Madre de Dios tiene una tarea especial también en la
Iglesia de hoy. Él quiso que sus hijos espirituales ayudaran a clarificar
teológicamente la imagen de María, y que con sus vidas mostraran la piedad
mariana que los tiempos actuales exigen. En muchos cursos, retiros y
conferencias transmitió a las diferentes comunidades y grupos esa imagen de
María, convencido de que ésta era la misión y el carisma de Schoenstatt.
Es bueno
recordar que en Alemania durante los años transcurridos entre las dos guerras
mundiales surgió un movimiento juvenil católico vigoroso que vivía una
corriente teológica cristo-céntrica y litúrgica muy fuerte. Para ellos la
piedad mariana que se vivía en el pueblo cristiano católico era trasnochada y
contraproducente. El Padre Kentenich deseaba superar las visiones estrechas y
miopes típicas de aquellos años, como fueron “Cristo o María”, “liturgia o
piedad popular”, “Sagrada Escritura o prácticas piadosas tradicionales”. Su respuesta
consistió en unir todo ello en una totalidad orgánica que fuera respuesta
adecuada a los tiempos actuales. Frente al peligro de un intelectualismo
provocado por una forma de pensar mecanicista, el Fundador de Schoenstatt
deseaba fortalecer no solo las raíces racionales de la fe, sino también las
irracionales y sobrenaturales. Por eso consideraba que una veneración viva a la
Santísima Virgen era una ayuda que Dios nos ofrece para conseguir ese fin.
El Padre
Boll nos recuerda en su libro haber escuchado al Padre Kentenich citar en
muchas ocasiones una frase del Papa Pio X en su encíclica “Ad diem illum”: un
auténtico amor a María regala una comprensión vital y revitalizadora de Cristo
– “vitalis Christi cognitio” – que va mucho más allá de un entendimiento
puramente intelectual. Quien quiera acceder a este misterio solamente desde la
dogmática tendrá muchas dificultades en entender el núcleo de esta fórmula,
porque ésta es la expresión de una experiencia religiosa vivida y probada desde
siempre en el pueblo de Dios. Recordamos en este contexto el conocido y viejo
adagio “per Mariam ad Jesum – a través de María a Jesús”.
En la práctica
pastoral del Padre Kentenich y del Movimiento de Schoenstatt el adagio citado
se ha transformado en este otro: “Por Cristo, con María, en el Espíritu Santo,
al Padre”. ¡Hacia el Padre va nuestro camino ….…!
(Nota
personal: La reflexión que nos transmite el Padre Boll en este capítulo nos
aclara perfectamente la afinidad del Padre Kentenich con el alma latina [América
del Sur y Península Ibérica]. En ella veía el Fundador un suelo fértil para que
la semilla de Schoenstatt creciera, facilitando así una nueva primavera mariana
en la Iglesia universal. El crecimiento y la vitalidad del Movimiento en el
continente americano así lo atestigua).