El Padre
Boll nos sigue hablando en estas páginas del libro sobre “el hombre de fe” que
él encontró en el Padre Kentenich. Se refiere en primer lugar a la seguridad
que le caracterizaba en sus relaciones con el Dios de la vida: cuando el
Fundador hablaba de lo ocurrido, por ejemplo, en la historia del Movimiento de
Schoenstatt, relataba no solo los hechos como una realidad concreta en un
momento dado, sino que los veía y describía como el resultado de la actuación de Dios y de la respuesta humana a
los deseos divinos. Y esto no era en él una disquisición intelectual, sino que
se trataba de experiencias existenciales que se apoyaban en una teología
espiritual de la experiencia. Así, cuando el Fundador se refería a la seguridad que
le da al hombre de fe la confianza en Dios, la definía como “la seguridad del
péndulo”. El creyente, como un péndulo, está anclado y bien seguro “arriba”, en Dios,
pero a la vez está expuesto “abajo” a la realidad terrenal que lo puede mover y
lo mueve con muchos vaivenes e inseguridades.
En el trato
personal con el Padre Kentenich, Boll fue adquiriendo un conocimiento mayor
sobre la personalidad del Fundador. Dios lo había enriquecido con abundantes
gracias, pero lo que más le caracterizaba era la imagen que tenía del Dios de la
vida y su continuo esfuerzo por descubrir la voz divina en los acontecimientos
concretos de la vida. Siempre estuvo dispuesto a responder a las indicaciones y
a los deseos de Dios con una flexibilidad que nunca se debilitaba. Fue el hombre
convencido de una “historia de conducción divina” que se va construyendo con el
devenir de los acontecimientos. Él citaba a menudo a San Ignacio de Loyola: "Deum quaerere, Deum invenire in omnibus" - "Buscar a Dios, encontrar a Dios en todo".
Precisamente las palabras – “historia de conducción divina” – son la expresión más precisa
de la experiencia que supone vivir en y desde la fe en la Divina Providencia. Así
ocurrió en la historia de salvación, antiguo y nuevo testamento, y así ocurrió
también en la vida del Padre Kentenich y del movimiento qué él fundó. Los
cauces por los que el Dios de la vida eligió a sus “colaboradores” y los utilizó
para conducir a su pueblo a través de los tiempos fueron muy similares en la
historia de salvación y en la historia de Schoenstatt, salvando, claro está,
las circunstancias distintas que se daban en ambos casos.
Como
Abraham, el Padre Kentenich fue elegido para ser padre de muchos hijos en la fe
y así conducirlos a Dios. Para eso tuvo él mismo que experimentar los
claroscuros de la fe, luchar como Job con el Dios de la vida. En alguna ocasión
el Fundador habló del “martirio de la fe en la Providencia”: quien se deja
conducir tan intensa y exclusivamente por Dios, y hace depender totalmente sus
decisiones de las señales divinas, tiene que estar dispuesto a experimentar no
solo la claridad gozosa de la luz sino que tiene que contar también a veces con la más
absoluta oscuridad.
El Padre
Boll cuenta que en una ocasión el Padre Kentenich le habló de todas las
dificultades de su vida, de las acusaciones e incomprensiones a las que fue
sometido. Al final del relato, después de un largo silencio, el Fundador dijo
en voz baja: “Que yo haya soportado todo a lo largo de mi vida, y que a pesar de
ello haya sido capaz de seguir trabajando …… sería absolutamente inexplicable
sin una experiencia profunda de Dios”. José Kentenich, un hombre de fe que ha
llegado a ser padre en la fe de otros muchos que providencialmente le han conocido.
Muito bonito! Bom texto nas vésperas do dia 18 de Outubro ;-)
ResponderEliminar🙏🙏🙏
ResponderEliminar