(Nota
previa: Hoy, 18 de octubre de 2014, celebramos el centenario de la primera
alianza de amor del Padre Kentenich y de los primeros congregantes con María en
la capilla del valle de Schoenstatt, lugar que llegaría a ser un centro de
peregrinación mariano para todo el mundo, el Santuario Original de Schoenstatt.
En ese día comenzó también la historia del Movimiento. Considero un “detalle”
de la Divina Providencia que justo en esta semana me toque comentar el capítulo
titulado “Die Gründung Schönstatts” – “La fundación de Schoenstatt”, por lo que
adelanto la publicación de esta ‘entrada’ en el BLOG a este día 18.)
Desde su
nombramiento como Padre Espiritual de los estudiantes palotinos en 1912 el trabajo
del Padre Kentenich se había centrado en la labor pedagógica con los jóvenes. En
el año 1914 se dará una intervención especial del Dios de la vida: el comienzo
de la primera guerra mundial cambiará muchas cosas, pero será otro
acontecimiento, aparentemente insignificante, el que pondrá al joven sacerdote
ante una “petición” especial de la Divina Providencia; será la “pequeña puerta
abierta” para la mente y el corazón del Fundador, a través de la cual tendrá
que pasar, dando una respuesta personal a la “sugerencia divina” y haciendo posible
de esta manera la realización de los planes divinos.
En julio de
1914 cae en las manos del Padre Kentenich un periódico local con un artículo
escrito por un capuchino que informaba a los lectores de un reciente viaje a
Italia, a un lugar de peregrinación en el Valle de Pompeya cerca de Nápoles.
Hacía unos años que un abogado italiano, Bartolo Longo, había construido en ese
lugar un templo a la Santísima Virgen con algunas casas dedicadas a la acogida
de niños y jóvenes indigentes. Al poco tiempo el templo se había convertido, por
la afluencia de fieles que lo visitaban – y lo visitan –, en un Santuario de
María, un lugar de peregrinación para la comarca y más allá. Se trataba de la fe
de un laico que por propia iniciativa había fundado, por así decir, un
Santuario. Sin visiones ni apariciones el cielo había mostrado su conformidad a
estos planes a partir de la reacción y respuesta del pueblo creyente. Una “historia de
conducción divina” que se construye por la respuesta humana a las indicaciones
y a los deseos del Dios de la vida.
La lectura
del artículo provoca en el interior del Padre Kentenich una inquietud especial:
¿no podría acontecer aquí en Schoenstatt lo mismo que en el Valle de Pompeya?
La idea le persigue día y noche. ¿Sería verdaderamente posible que Dios le
estuviera mostrando un gran plan a través de una señal tan pequeña? ¿No sería todo
una equivocación y un engaño? ¿Y si los planes de la Divina Providencia
dependieran de su respuesta afirmativa? Durante estas semanas (julio-octubre
2014) mantiene una gran lucha interior y finalmente decide responder con un sí
a lo que él cree que es verdaderamente una iniciativa divina.
Su fe le
lleva a responder a la invitación que le hace Dios para realizar con Él uno de
sus grandes planes de amor: la fundación del Movimiento de Schoenstatt. Los
estudiantes regresan de las vacaciones, y el 18 de octubre de 2014 se reúne con
ellos en la capilla del valle de Schoenstatt dirigiéndoles unas palabras que
los jóvenes escucharán atentamente y a las que después darán también su respuesta
afirmativa. Es el “Acta Primera de Fundación”.
Con pocas
palabras describe el Padre Kentenich a los jóvenes de lo que se trata:
“Pero si
ustedes quieren saber el origen de este anhelo (alcanzar el mayor grado posible
de perfección y santidad, según su estado), me parece que puedo manifestarles
una secreta idea predilecta.
San Pedro,
después de haber contemplado la gloria de Dios en el Tabor, exclamó arrebatado:
‘¡Qué bien estamos aquí! ¡Hagamos aquí tres tiendas!’ Una y otra vez vienen a
mi mente estas palabras y me he preguntado ya muy a menudo: ¿Acaso no sería posible
que la capillita de nuestra Congregación al mismo tiempo llegue a ser nuestro
Tabor, donde se manifieste la gloria de María? Sin duda alguna no podríamos
realizar una acción apostólica más grande, ni dejar a nuestros sucesores una
herencia más preciosa que inducir a nuestra Señora y Soberana a que erija aquí
su trono de manera especial, que reparta sus tesoros y obre milagros de gracia.
Sospecharán lo que pretendo: quisiera convertir este lugar en un lugar de
peregrinación, en un lugar de gracia, para nuestra casa y toda la provincia
alemana y quizás más allá. Todos los que acudan acá para orar deben
experimentar la gloria de María y confesar: ¡Qué bien estamos aquí!
¡Establezcamos aquí nuestra tienda! ¡Este es nuestro rincón predilecto! Un
pensamiento audaz, casi demasiado audaz para el público, pero no demasiado
audaz para ustedes. ¡Cuántas veces en la historia del mundo ha sido lo pequeño
e insignificante el origen de lo grande, de lo más grande! ¿Por qué no podría
suceder también lo mismo con nosotros? Quien conoce el pasado de nuestra
Congregación no tendrá dificultades en creer que la Divina Providencia tiene
designios especiales respecto a ella”.
Su secreta
idea predilecta: invitar a la Santísima Virgen a que actúe desde aquí en forma
especial y que transforme este lugar tan insignificante en un lugar de
peregrinación con unas características muy especiales. Si las frases: “una y
otra vez vienen a mi mente…” y “cuantas veces ha sido lo pequeño e
insignificante el origen de lo grande, de lo más grande” muestran la lucha de
fe del Padre Kentenich en el verano de 1914, lo que más llama la atención es su
seguridad en la interpretación de los planes divinos.
La reacción
de los jóvenes y la historia posterior mostrarán lo acertado de este proceder.
Dios actuará y mostrará la resultante creadora de lo realizado el día 18 de
octubre: la alianza de amor entre el Fundador y la Santísima Virgen, entre los
primeros congregantes y Ella convertirá la capilla en un lugar de peregrinación
y será el origen y fundamento del Movimiento de Schoenstatt.